El éxito se suele comparar,
hay quien suele pensar que lo que entraña,
es cuanto se arrebata a la montaña
vencida tras su cumbre coronar.
La meta es lo que brilla, y al ganar,
el reto se convierte en una hazaña,
y el sueño en realidad, cuando se araña
el cielo tras quererlo conquistar.
Detrás queda el esfuerzo silenciado;
las horas de trabajo rubricado
con insomnio y tesón día tras día.
Y así Regina Coeli en sus conquistas
se ha afanado en forjar, cual alquimistas,
diez años de proyecto y osadía.
Diez años de proyecto y osadía
ni se pueden andar, sin un camino,
ni se puede pensar que su destino
ha sido todo seda y melodía.
Diez años son tropiezos, rebeldía,
la lucha, el batacazo y el cansino
tedioso “poco a poco”, cruz y sino
de la dura y tenaz polifonía.
Y así se llega al éxito final;
así se puede estar bien orgulloso
de cada solución a cada herida.
Y así sonó el concierto: triunfal,
magnífico “Magnificat”, ¡hermoso!
¡vibrante nuevo punto de partida!