Hace un año ya

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A Pepi González Reina

Este año se hace esperar ese bello despertar de la primavera. Aún no hemos conocido ese despuntar radiante de la mañana de Febrerillo el Loco con los gorriones revoloteando entre las ramas desnudas del arbolado de los Jardines, aún la tarde no tiene esa tibieza prematura y el aire nos trae un frío que se eterniza y pone un repeluco en cada esquina. Sí este año no es como el pasado, aquel que tu elegiste para tu partida.

Un año ya. Sí, un año ya sin verte, sin sentir tu presencia, sin oír tu voz, sin compartir aquellas cosas que hacían tu vivir, sin codiciar aquellas ganas que le ponías a la vida cotidiana. Te fuiste aquella tarde de Febrero, aquella última tarde de un mes que alargó veinticuatro horas más sus días para acoger tu muerte y así darte una última singularidad. Un año ya y todo sigue su curso, tu Cristo, nuestro Cristo de la Vera-Cruz bajará un día de estos de su retablo para subir a su altar de cultos y abrir así una nueva Cuaresma, mientras se diluyen estos aires de Cádiz, ese prodigioso punteo de bandurria sobre un fondo alegre de guitarras en el inimitable ritmo del tres por cuatro del que tanto gustabas. Un año ya sin ver tu singular figura enarbolando la bandera sevillista en tardes de gloria, sin oír tu voz peculiar castigando coplas entre las macetas del patio, sin encontrar tu compañía por esos caminos de la vida.

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Un año ya y en la nostalgia tu figura se agiganta, tu perfil de maestra pervive en ese recoleto Colegio del Gran Poder, al que tú le abriste puertas, le diste su nombre y le imprimiste tu impronta y así fue tu vida y tu mayor anhelo. Nunca quisiste ser funcionaria y sí MAESTRA, sí con mayúsculas de dedicación, de entrega, de vocación sin límites, siempre atenta a tus alumnos, siempre obsesionada por su educación, sufriendo aquellos primeros escorzos de padres que terminaron por darte una razón que siempre atesoraste. Siempre cercana a tus maestros, a tus compañeros, a sus problemas y a sus necesidades, nunca directora lejana, displicente, aviesa, sino compañera comprensiva y entregada.
Yo tuve la suerte de conocerte. Intenté seguir tu halo y así compartí algunos de tus sueños, algunos de tus logros, proyectos en el que embarcaste a muchos y casi todos te respondieron: el feliz rescate del viejo mapa de las Escuelas del Ave María, aquella Magna Exposición Escolar sobre Santa Ana, nuestra Patrona, aquella ingente labor de mecenas para dar luz a las aspiraciones artísticas de los maestros de Dos Hermanas, feliz idea, como tantas otras de las tuyas.

Permíteme que hoy, cuando se cumple este primer año de tu ausencia, cuando la primavera se adivina en este súbito esplendor de la mañana, en la imprevista tibieza del aire de la tarde, cuando los primeros azahares despiertan los sentidos y ponen alas al corazón, cuando la vida es una promesa, permíteme, querida Pepi, permíteme que a pesar del vacío de tu ausencia, de la carencia de tus afectos, de tu insigne modestia, de la que siempre hiciste gala, permíteme que llene de júbilo esta mañana postrera de Febrero y ponga sobre el frío inmenso de tu ausencia, a modo de afectos, a modo de flores, a modo de reconocimiento, unos simples versos que escribió mi corazón, como recuerdo de… tantas cosas.

Ya sólo me queda el recuerdo
de tu vida inacabada,
ilusiones de blanca tiza
sobre la verde pizarra.
Añoro hoy, tu gentil figura
sobre ella recortada
y ese don tan tuyo,
esa facilidad de palabras,
ese destello de buen hacer
gala y blasón de tu alma,
que derrochaste entre nosotros
mientras te alumbró el alba.
Hoy, huella de ilusiones,
tu grafía en la pizarra
y maldigo, sí,
maldigo esa mano de nieve
que vino a borrarla.

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