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La actual plaza de la Constitución es uno de los espacios públicos más emblemáticos de nuestra ciudad y, al mismo tiempo, el más antiguo, pues hunde sus raíces en los mismos orígenes de la población allá por los años finales del siglo XIV. A lo largo de su ya dilatada existencia ha visto variar su aspecto e incluso su disposición, pues, de seguir un eje este-oeste en sus inicios, ha pasado a tener un eje norte-sur después de la profunda reforma de 1938, que seguía las trazas del arquitecto regionalista Juan Talavera Heredia.

Pero en esta ocasión nos vamos a detener en otra reforma que también supuso un cambio radical en el aspecto de una plaza (la única que tuvo Dos-Hermanas hasta la creación de la Plazoleta), que desde el siglo XVI era el lugar donde se alzaban los dos grandes poderes que regían los destinos de la villa: el civil (representado por las casas del cabildo) y el religioso (por la iglesia parroquial de Santa María Magdalena). Nos estamos refiriendo a la reforma que emprendió el concejo nazareno en el último tercio del Quinientos, y primeros años de la siguiente centuria.
En agosto de 1594, Pedro López de Párraga, en nombre del concejo de Dos-Hermanas, elevó una petición al asistente de la ciudad de Sevilla, que entonces era Pedro Carrillo de Mendoza, IX conde de Priego, en la que le exponía que el consistorio tenía “nezesi[dad] de engrandezer la plaza junto a la yglesi[a] y los ynteresados deste particular son todos los veçinos del dicho lugar y los que por allí pasan, y por ser la obra de su naturaleza de tanta piedad” el capitán Pedro Martínez de Oñate había determinado “dar de su mesma haçienda un pedaço de sitio y solares en que abrá vna aranzada de tierra con que queda la plaza hecha en perfeçión y el lugar muy ylustrado y es beneficio público y vnibersal para todos los veçinos y no veçinos”. A cambio, Martínez de Oñate solicitaba se le diese “vna calleja que linda con sus casas, que tiene en el dicho lugar de anchura de diez y ocho pies y el largo de toda la trauesía de su casa, ques mucho menos tierra y menos ynportante porque la calleja no será de ningún efeto aviendo plaza y está la dicha calleja en sitio que no aprouecha y pide ansimesmo otro pedazillo de solar que está linde con el solar del dicho capitán”. Por esa referida petición, se solicitaba al conde permiso para que se hiciese información de lo expuesto, e iniciar así el procedimiento de trueque. Debemos recordar que Dos-Hermanas se encontraba bajo la dependencia de Sevilla, y todas las decisiones que aquí se tomaban debían contar con el visto bueno del cabildo hispalense. El asistente dio luz verde a la información, determinándose que era de utilidad pública el referido trueque. Y en el mismo mes de agosto de 1594, el conde de Priego “aviendo visto lo pedido por el conzejo de la uilla de Dos Hermanas y la ynformaçión dada y el cabildo abierto que se hiço en la dicha uilla sobre lo pedido por el dicho conzejo = Dixo que le daua e dio liçençia a el dicho concejo para que pueda hazer el trueque contenido en su pedimiento con el dicho capitán Pedro Martínez de Oñate”. La escritura de trueque se otorgó ante Juan de Poza, escribano público y del concejo de la villa, el 12 de octubre de 1594. Formaban parte del concejo nazareno Pedro Ramírez y Pedro Vázquez de Córdoba, alcaldes ordinarios, y los regidores Luis Carrillo, Alonso Franco, don Luis Manuel Gudiel, don Pedro de Pineda y Juan de la Moneda.

Con la demolición de las casas y allanado de los solares que fueron de Martínez de Oñate, la plaza quedó ampliada en su parte oriental, quedando mucho más visible la fachada principal de la parroquia de Santa María Magdalena. Ganaba así la plaza en espacio y prestancia.
Tiempo después, en la segunda década del XVII, en el marco de varias actuaciones encaminadas a mejorar el trazado urbano de la villa, se procedió nuevamente a la ampliación de la plaza pública, en esta ocasión en la zona occidental. Según se expuso, “el concejo que fue desta villa en años pasados, queriendo hazer la plaça que ay en esta villa adonde están las casas del ayuntamiento, allanó y derribó ziertas casas que estavan labradas y edificadas en lo que agora es plaça ”. Dichas casas estaban gravadas con un tributo que se pagaba al ya mencionado don Luis Manuel de Gudiel, destacado sevillano que ejerció numerosos cargos de relevancia en el primer tercio del XVII. El 9 de octubre de 1611 se firmó escritura de trueque por la que el concejo daba a don Luis Manuel “vn pedaço de sitio del corral de las dichas carnezerías enfrente del hastial de las dichas casas, conforme a la anchura del dicho hastial e azia la dicha plaça que haze esquina en el dicho corral de las carnezerías” y a cambio el concejo se quedaba con el tributo (y lo que se le debía de él) que le pertenecía al dicho don Luis Manuel. Gracias a esta escritura pública sabemos que esta segunda ampliación daría el aspecto que finalmente tuvo la plaza pública hasta que en los inicios del siglo XX se procedió a su nuevo exorno y en 1938 se realizó su última reforma que le ha dado la fisonomía que hoy posee.

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