Con tinte amarillo albero
y el sabor de una caseta
la feria viste –coqueta–
sus galas de pescaíto,
de turrón, aceite frito,
lunares de mil colores,
caldo, churros, cocos, flores,
volante al vuelo y peineta,
haciendo al real, florero
con tinte amarillo-albero
y el sabor de una caseta.
Qué difícil ver el llanto…
y es que se trata de eso:
de olvidar con el exceso
las penas que ya se fueron;
que hirieron cuando vinieron,
o las que están por venir…
que es la feria el elixir
prescrito en el sol-receta,
filtrado en peina o sombrero
con tinte amarillo-albero
y el sabor de una caseta.
Ya más de festejo añejo
por cultura perfumada,
la feria lleva asociada
la excusa maravillosa
que evite hablar de las cosas
necesarias, importantes,
más graves y más sangrantes
que el eterno chascarrillo
de portadas, farolillos
o el número de bombillas
y así pasar de puntillas…
sin entrar a la muleta,
durmiendo cada avispero
con tinte amarillo albero
y el sabor de una caseta…