Historias para no dormir

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Hace unas semanas, una persona a la que quiero muchísimo, me contó algo referente a la renovación de su carnet de identidad, y me dejó pasmada, no me lo podía creer. Si ustedes tienen que renovarlo vayan preparados con silla de playa, una botellita de agua, bocadillo… ¡ah! y el orinal. Esto último que no se les olvide, pues por imposible que parezca, carece de servicios un sitio donde tantas personas vamos por obligación. Yo tuve que renovarlo este verano, pero como esperan que pronto me vaya para ‘el cortijo de los callaos’ ya no tendré que hacerlo más, increíble.

Tuve la dicha de que me cogieran el preciso número bien temprano. Me fui a las nueve de la mañana y llegué a casa a la hora del Ángelus. Por suerte no se me despertó ninguna necesidad, y no me enteré de la tragedia que han pasado y pasarán otras personas que pasen por allí.

Es justo que todo funcionario tenga sus servicios a punto, pero el ciudadano también tiene sus necesidades. Comprendo a los pobres perros, no les queda más remedio que hacerlo en la calle. Vamos a tener que llevar una bolsita en el bolsillo también para nosotros.

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Hace también unos días, me pusieron al corriente de otra desesperante tragedia. Una gran amiga mía se cayó y se fastidió bastante. Ya tiene más de 80 años, es cariñosa y animosa como ella sola, y tiene dos hijas. Por motivos de trabajo como es natural hoy en día, la pudo acompañar en ese momento fatídico en que tuvieron que llevarla al médico, solamente una de ellas que es su Ángel de la Guarda. Cuando llegaron al centro se encargó de trasladarla una chica celadora sola. La bajó en no sé qué clase de butaca sin amarrar ni nada, por una empinada y larga escalera, dando tremendos trastazos cada vez que bajaba un escalón. Su hija delante de ella sujetándola, y pensando y temiendo que mataban a su madre.. Todo por no disponer de personal para bajarla en una camilla como era necesario y no a fuerza de golpes. Esto no debería suceder, hay que ponerse en el lugar de la persona que está sufriendo y solucionar de una vez por todas estas injusticias.

He hablado con ella y teme tener que volver de nuevo, pronto tiene que ir al oftalmólogo y piensa en ese nuevo viaje que puede costarle la vida. ¿Habrá otras personas disponibles para ayudar a esa chica que solo está haciendo lo que le mandan? ¡Vaya con la Seguridad Social! porque de seguridad nada, con menos nos dejan para el arrastre.

Pero a pesar de todo, en nuestro siempre esperado periódico La Semana por fin he leído una buenísima y justa noticia. Esas diez viviendas de planta baja que han entregado en la zona sur a personas con poca movilidad. Eso es un buen ejemplo de caridad cristiana. A ver si todos los pisos bajos se entregan a personas con necesidades justificadas, y que se instalen ascensores en los pisos antiguos.

Una última historia para no dormir. Tengo una amiga en Los Potros que lleva desde principios del invierno pasado sentándose en el váter con un paraguas. ¡Que divertido! ¿verdad? Es inhumano. Hasta hace unos días no le han puesto el trozo que se le cayó del techo y todavía no han terminado de reparar los desperfectos. Ha tenido que estar todo el año con cubos, palanganas y trapos, a punto de costarle graves accidentes. ¿Quiénes son los responsables de toda la depresión y las pocas ganas de vivir que tiene mi querida amiga? Nadie se responsabiliza de nada, solo se tiran los trastos y adelante con los faroles.

¿Me creen ustedes ahora? ¿Entienden mi necesidad de contarles estas tres historias para no dormir? A a ver si de alguna manera podemos evitar que ocurran.

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