“ Los padres deben educar a los hijos para que se vayan de casa con un buen equipaje”.
“ Los objetivos fundamentales de cualquier persona son llegar a ser libres y ser felices”.
Cualquiera de nosotros salimos de la casa de nuestros padres a construir la vida en otro sitio al que también llamamos nuestra casa; en ese espacio vamos colocando nuestras cosas, realizando nuestras faenas y recibiendo a nuestros amigos y a nuestras amigas. Esto no se hace de golpe. Se suele hacer paso a paso y no siempre a la misma edad, pues depende de diferentes factores en cada época y en cada lugar.
Vamos a fijarnos en cómo queremos salir de la casa paterna, si es llenos de cosas materiales: las de ellos u otras que compramos nosotros. O queremos salir a vivir por nuestra cuenta con unas pocas ideas: las de nuestras madres, y unas pocas de nuestros padres, o la que nos hemos ido fabricando por nosotros mismos. O bien pretendemos emprender la aventura de llevar adelante un proyecto de vida que hemos ido elaborando nosotros con otra gente que también buscan la autonomía.
Estas diferentes maneras de salir de casa, el equipaje que nos llevamos de ella y nuestro propio estilo de vida hacen que nos marchemos más pronto o más tarde. Pues, en principio, nadie nos va a echar de la casa en la que hemos nacido y hemos pasado los primeros años de nuestra vida.
Nuestros padres están más tranquilos si vivimos con ellos; no sólo porque así no tienen que preocuparse de nosotros. También porque de esa forma no tienen que pensar en su propio proyecto personal – ese que suelen abandonar cuando comienzan la tarea de ser padres- independiente de los proyectos que los hijos y las hijas puedan hacer.
Es importantísimo, tanto para los padres como para los hijos, que cada cual llevemos adelante nuestros propios proyectos de vida; poniendo nuestros objetivos y los medios que cada cual vemos más adecuados.
Esto no es posible cuando salimos de casa preocupados únicamente por llevarnos cosas: porque entonces lo que hacemos es estar ocupados todo el tiempo en aumentarlas o en hacerlas desaparecer.
Si lo que nos llevamos de la casa paterna son solamente ideas sobre cómo han de comportarse las buenas personas y cómo hay que tratar a nuestros semejantes según estén por encima o por debajo de nosotros en la escala social, lo que sucederá es: que lo único que hacemos es imitar comportamientos ajenos y, como mucho, corregir alguno por imperativo del entorno en el que nos movemos.
Pero si marchamos de la casa paterna con un proyecto de vida bastante definido, bien contrastado con las personas que nos han educado, entonces, y sólo entonces, podrá llegar un día en el que compartiremos con nuestros padres los proyectos que cada cual estamos llevando adelante.
