José y Francisco de Dios Martín

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Creo que hasta podemos ser de la familia por ese último apellido. Ha sido como decía en mi anterior carta en la que me dirigí a nuestro alcalde para pedir una clase para adultos aquí en el centro. Pero fue tanta mi sorpresa y alegría conocer estos “Datos biográficos más relevantes” que no puedo dejar de felicitaros a todos por cuanto habéis rebuscado entre tantos pétalos de esos hermosos jardines de la educación.

Gracias, muchas gracias a todos, pero no me di verdaderamente cuenta hasta que leí en nuestro estupendo periódico La Semana su artículo donde explica los cinco años de investigación.
Desde que el mundo es mundo, hubo y habrá grandes talentos entodas las ramas, y, por ello, cuando pasen muchos, muchísimos años, otros estudiosos darán consu tesis también, y con todas las horas de su vida para aprender y luego enseñar.
Es una tarea preciosa y muy sacrificada, pero muy sacrificada, sobre todo en nuestros tiempos, ya que parece que no tememos ni respetamos nada ni a nadie.
No quiero equivocarme, pero creo que son ustedes nietos de Carmen y José, estupendos vecinos nuestros hasta que fallecieron. No os preocupéis, estarán agustísimo en el otro mundo, para lo que vemos en éste. Hambre, drogas, muerte por todos os países. Y como no somos de piedra, sentimos con todo elcorazón, todo cuanto está sucediendo por todas partes. Porque por aquí tampoco nos escapamos de muertes en carreeras, violencia doméstica, robos, incendios y muchas penas que hay en todas partes.

Recuerdo con tanto cariño a vuestra abuela Carmen que no la olvido. ¡Cuántos refranes me decía! Cuando me veía barriendo y scudiendo la puerta de la calle me decía: Kiki, barrer la puerta y querer al marío, trabajo perdío.  Esas eran sus cosas, que no las olvido nunca.

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Cuando llegaba a casa y llamába a la puerta y yo abría, me decía: Kiki, ¿me quieres? Claro que sí Carmen, yo la quiero siempre. Ya tenía yo su palangana y agua calentita y su cernadero preparado. Ella traía siempre su toalla y sus medias limpias. Carmen, este cernadero es limpio para que no ensucie su toalla. ¡Ya lo sé, preciosa!, me decía.

Todo esto era porque yo le arreglaba sus pies, desinteresadamente, claro está. Fui manicura muchos años y también arreglaba los pies. Ela lo sabía y por eso me lo pidió un día. Fue suficiente para hacerselo con todo mi cariño.

Ella me decía cuande se iba para su casa: dame un besito, que ya voy volando con las alitas que me pones, y con mi cafelito y todo.

La recuerdo lo agradecida queera. ¡Cuánto le gustaba cuando yo le ponía sus medias limpias!
En fin, paro porque mis ojos se llenan de lágrimas y no veo lo que escribo, pues no lo había contado desde entonces.

Bueno, esta carta va para vosotros, José y Francisco de Dios Martín, y para todos los que tanto estudiáis para enseñar y hacer felices a los demás.
Larga y feliz vida, os lo desea vustra amiga. Un fuerte abrazo.

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