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Raúl Gómez Ferrete, director del CEIP Ibarburu de Dos Hermanas, será uno de los galardonados este viernes, día 23, con la Bandera de Andalucía que concede la Delegación del Gobierno de la Junta en Sevilla. Se le concede en el apartado de los valores humanos en un acto que tendrá lugar, a las 11:00 horas, en el Teatro de la Fundación Cajasol.

Profesor de Dos Hermanas, Raúl Gómez Ferrete es maestro y licenciado en Ciencias de la Educación, director del CEIP Ibarburu, en el barrio del Cerro Blanco. Lleva 34 años de docencia siempre en este mismo centro, con un alumnado íntegramente de etnia gitana, en riesgo de exclusión y alta tasa de absentismo (40%). Es vocal en el Consejo Asesor de Infancia y Adolescencia en Andalucía. Premio al Mérito Educativo en 2006 de la Junta de Andalucía. Premio Nacional de Compensación Educativa en 2007 del Ministerio de Educación y ponente en multitud de foros educativos, especialmente en Compensación educativa.

¿Qué sintió cuando le comunicaron que iba a recibir esta distinción?
Me lo comunicó el delegado Territorial de Desarrollo Educativo y Formación Profesional y de Universidad, Investigación e Innovación Miguel Ángel Araúz Rivero, y fue una sorpresa absoluta, ya que se lo podrían haber dado a otras muchas personas. Ha sido una alegría después del cáncer que he pasado y del trasplante de médula, pero, sobre todo por el trabajo que vengo haciendo con las familias en el Cerro Blanco. No hay nadie en el centro que lleve tanto tiempo como yo, sólo un par de compañeros llevan 20 años, pero el resto se van a sitios más cómodos porque hay mucha tensión en el día a día y se tardan en ver los resultados.

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¿Cuál es el principal handicap con el que cuenta el CEIP Ibarburu?
El absentismo escolar, que se ha vuelto a disparar tras la pandemia, por lo que parece que es como si empezáramos de nuevo para recuperar los niveles alcanzados. Veníamos de unos niveles del 60% y, tras lograr una media del 40, en 2019 logramos bajar hasta el 30, pero ha vuelto a subir.

¿Es su gran vocación como docente la que lo mantiene en este centro después de 34 años?
La primera vez que llegué al CEIP Ibarburu sabía que no me iba a ir. Mi padre tenía un amigo comunista, al que admiraba, porque por las tardes se iba a las Tres mil viviendas a dar clases a los niños y niñas de etnia gitana. Luego, en la mili, tras acabar la carrera, me hicieron cabo y me dediqué todo el servicio militar a alfabetizar a la tropa, ya que en aquella década de los 80 había muchos chicos analfabetos y les enseñaba a leer y escribir. Una vez que aprobé las oposiciones, mi primer destino fue el CEIP Ibarburu y, cuando vi la población, me di cuenta que allí hacía mucha falta una escuela. En aquel momento, el reto era que aprendieran a leer y escribir, el que tenemos ahora es que se titulen y que puedan sacarse un grado universitario.

«El mejor sitio para desarrollar mi labor docente es, sin duda, el CEIP Ibarburu»

¿Esta distinción supone un balón de oxígeno para seguir trabajando por esos objetivos?
Este premio es una palmadita en la espalda para dar ánimos, pero no te puedes despistar del trabajo que venimos haciendo. Hay mucha necesidad y mucho por hacer, sobre todo, para que la población se vaya normalizando académicamente.

¿Qué le dice a los maestros y maestras que llegan nuevo a este centro?
Cada curso, un tercio de la plantilla es nuevo, por lo que necesitamos todo un trimestre para ponerlos al día, con claustros semanales para abordar el trabajo que vamos haciendo. Pero, luego en junio se marchan porque les sobrepasa tanto trabajo y, entonces, volvemos a empezar. Lo que yo intento transmitir es que lo más gratificante es que tenemos una escuela para que esta población pueda salir adelante, rompiendo la dinámica de la miseria, ya que tiene el mismo derecho que el resto.

¿Recuerda la primera vez que llegó a este centro?
Me acuerdo perfectamente. Fue en el año 1989 y estaba de director Modesto Delgado, que fue director durante 14 años y yo fui su jefe de estudio desde el año 1996 hasta el año 200, cuando, tras su marcha, empecé como director. En aquella época la población tenía más necesidades, como de alimentación o de vestimenta, y no he llegado a irme nunca porque hay mucho por hacer y no me conformo. Además de porque pienso que el mejor sitio para desarrollar mi labor docente es el CEIP Ibarburu.

¿A quién le quiere dedicar esta distinción por el Día de Andalucía?
Se lo dedico a mi padre, por conseguir que estudiara, y a todos mis compañeros, puesto que puede que yo tenga el trabajo más fácil, ya que las familias me reconocen como algo cercano y no me ponen en duda lo que les digo. Hay una relación cercana y una vinculación afectiva enorme porque ahora tengo alumnos que son nietos de mis primeros alumnos de infantil. Estoy muy agradecido por el cariño que me muestran las familias del Cerro Blanco y lo fácil que me lo ponen.

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