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Marcos 9,37-42 UNO PUEDE hacer el bien a una persona por amor, o puede hacer ese mismo bien porque se lo mande alguien que tiene poder. Pero parece que amor y mandamiento son instancias tan distintas que es imposible que se pueda mandar amar. Y, sin embargo, el mandamiento principal de la Primera Alianza es: «Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.»
Entonces, ¿puede alguien mandar amar?

Sí. Un padre o una madre puede decirle a un hijo suyo: «Tienes que querer a tu hermano, porque a los hermanos se les quiere y se les ayuda siempre».

Quien nos ha dado el ser, quien nos ha atendido con cariño y esmero, quien con sus cuidados y sus palabras nos ha hecho conscientes de que somos seres dignos de ser cuidados y escuchados, quien ha entregado toda su vida por nosotros, sí puede decirnos: tienes que amar a tu hermano. También un hermano puede decirle a otro hermano: «Tu madre necesita ahora de nosotros; necesita que le mostremos el amor que le tenemos».

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El amor en nuestra vida es algo más profundo e importante que un sentimiento pasajero. Es lo que nos hace ser personas. El sentido de toda nuestra vida es ir entregando el amor que recibimos. El mandamiento del amor es mandamiento de vida, de vida eterna.

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