Crónica de una víctima

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– Has pasado más de una hora en el bar mirando al tipo de las gafas. ¡Y yo en medio! Tuviste el descaro en un momento dado de volverte a él y sonreírle. Te he visto. No lo puedes negar. ¿Crees que no observé lo que hiciste con la falda?..

-No, no es cierto nada de lo que dices.
– Mentirosa. Cínica. Di que eres mía, mi propiedad.
– Ya lo sabes. Te quiero tanto.
– Y por qué me dijiste a bocajarro, a mí, un desconocido, la primera vez: te amo.
– Me parecía que te quería ya… estaba tan sola, tan desesperada.
– Te hubiera salido con cualquiera, con Perico el de los palotes.
– Ya te quería, pero no como ahora.
– Mientes: di la verdad, querías cazar a cualquiera. Me traicionarás como ya me traicionaste el primer día.
En la calle, de pronto la detenía incapaz de dominarse, la metía en un portal, le desgarraba las bragas y frotaba su vientre con el de ella como si nunca lo hubiera hecho.
– Dime que me quieres.
– Te quiero, ¡claro que te quiero!
– Mejor dicho.
– Calla no chilles, nos van a oír, la gente está pasando al lado.
– Te he dicho que me digas que me quieres.
– Ya lo sabes.
– Mejor dicho, dilo de verdad.
– Te quiero.
– Así no; dilo mejor o te abro la cabeza.
– Te quiero locamente.
– No digas cochinadas; ¡puta!
Y la abofeteaba con furia hasta que perdía el conocimiento. Después, cuando Núria volvía en sí, se la comía a besos pidiéndole perdón; jurando y perjurando que nunca más le pondría la mano encima… ella lo volvía a perdonar.

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