Un buenazo en guerra

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Película Los hombres libres de JonesLOS HOMBRES LIBRES DE JONES

Basada en hechos reales, la última película del director de Pleasantville, Seabiscuit o Los juegos del hambre, se pone de nuevo tras las cámaras para esta, su cuarta película, en la que narra la historia de un soldado confederado que abandona el campo de batalla en plena Guerra Civil Americana, desilusionado con los ideales sudistas que no comparte. Enfrentado a oficiales, tras refugiarse en los pantanos de Mississipi, junto a esclavos huidos y a otros desertores confederados, llegando a enfrentarse al ejército sureño y a establecer un estado independiente en el condado de Jones.

{xtypo_rounded4}Estados Unidos, 2016 (136′)
Título original: Free State of Jones.
Escrita y dirigida: Gary Ross.
Producción: John Kilik, Gary Ross, Scott Stuber.
Fotografía: Benoit Delhomme.
Música: Nicholas Britell.
Montaje: Pamela Martin, Juliette Welfling.
Intérpretes: Matthew McConaughey (Newton Knight), Gugu Mbatha-Raw (Rachel), Mahershala Ali (Moses), Keri Russell (Serena), Christopher Berry (Jasper Collins), Sean Bridgers (Will Sumrall), Jacob Lofland (Daniel), Thomas Francis Murphy (Elias Hood), Bill Tangradi (Teniente Barbour), Jessica Collins (Annie), Donald Watkins (Wilson), Lawrence Turner (Chester), Troy Hogan (George).{/xtypo_rounded4}

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No es la primera vez que Ross se centra en la reivindicación de los mismos derechos independientemente de los orígenes raciales de la persona (era uno de los pilares de su primera película como director, Pleasantville), temas que aún hoy, según estamos viendo en las noticias que nos llegan de aquel país, sigue siendo importante que lo recordemos. 

Hay escenas de batalla magníficas, y Matthew McConauhhey está imperial (quién diría que el protagonista de cintas tan insustanciales como Sahara o Planes de boda, iba a estar con paso firme camino de su segundo Oscar). Él es el protagonista exclusivo de la historia. El problema está en el tratamiento que se le da a este personaje, este Newton Knight del que sólo conocemos su faceta de buenazo, sus acciones en pos de un mundo mejor, ninguna arista, ningún punto negro, presente en toda persona. Es como si fuese una especie de santo, que no presenta fisuras, y que sólo busca el bien. Incluso se le muestra en una faceta de (pseudo)religioso, oficiando entierros.

Por otro lado, hay un elemento disruptivo que aparece muy al principio y que despista al espectador. De golpe, asistimos a un juicio, en el mismo lugar, pero doscientos años después, en los años sesenta del pasado siglo XX. A este juicio volveremos en repetidas ocasiones a lo largo del metraje, dándonos a entender, tal como decíamos al principio, que el racismo seguía legalizado a pesar del paso del tiempo. La idea no es mala, pero el modo en el que estas escenas están insertadas no hacen más que interrumpir la acción principal.

A su favor también, un final lejano del clímax de otras cintas parecidas, como 12 años de esclavitud. En su contra, ese buenismo del personaje.

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