Incomprensible esperanza

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(Juan 10,27-30) PRESO EN UN ISLOTE de mala muerte; desterrado de la compañía de los suyos; los cristianos escondidos por la crueldad de Diocleciano; viejo ya, y con la salud mermada… Así estaba el evangelista Juan cuando envía a los cristianos, secretamente, el Apocalipsis. Y en vez de pesimismo y derrotismo, de sus palabras brota una esperanza que se torna incomprensible. Habla de pueblos y pueblos, de naciones y naciones, que en todos los rincones del orbe van a adorar a Jesucristo, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, Cordero que a las ovejas salva.

La incomprensible esperanza que brota en cada línea del Nuevo Testamento tiene su fundamento en la experiencia de la Vida y del Amor de Dios que tuvieron Pedro, Juan, Pablo y todos los que acogieron la experiencia de la Resurrección. Los datos fríos transmiten parálisis o nerviosismo; la esperanza tiene siempre su fundamento en el amor, y encuentra su posibilidad en la fe en el poder de Dios. Ellos habían experimentado lo uno y lo otro.

Las iniciativas más fructíferas que han surgido en la Iglesia han comenzado de una manera tan precaria que sólo el amor y la fe de quienes las asumieron las consiguieron realizar… –«¿Y con eso vas a conseguir algo?»- tuvieron que oír, sin que al que lo decía le faltara razón.

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Responde con generosidad a la interpelación que Dios te hace; busca con sensatez darle forma a la esperanza incomprensible que ha puesto en tu corazón; no dejes de recorrer los caminos que permiten anunciar la buena noticia a los pobres, consolar a los abatidos, abrir la humanidad al amor verdadero del Padre.

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