1959. Una fastuosa cabalgata, formada por diez carrozas, desfiló por el centro y lanzó 400 kilos de caramelos

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Cabalgata de Reyes Magos de 1959

Causó mucha emoción la recepción de regalos de los niños de La Vereda y Cerro Blanco, evacuados de sus chozas por los temporales

Coinciden todas las opiniones en que la Cabalgata de Reyes que anoche desfiló por las calles céntricas de Dos Hermanas ha superado a todas las anteriores en cuanto a fastuosidad y brillantez. Quizás, sin proponérselo, se convirtió en homenaje de despedida al que fue su fundador y gran impulsor: Alfonso Ortí y Meléndez-Valdés, que este año ha dejado de ser gobernador civil de la provincia.

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Atrás quedaron los primeros años en que los Reyes hacían su recorrido a caballo. Este año participaron en el deslumbrante desfile diez carrozas, tres de las cuales se reproducen en esta página para que puedan ser apreciadas con detalle. Cada una de ellas mostraba emotivas escenas, incluso un belén viviente. Acompañaban al cortejo la Estrella de Oriente (representada por una bella adolescente), un séquito de pajes, borriquillos engalanados y cargados de juguetes,así como dos bandas que revistieron de un gran esplendor al espectáculo: la de Música y la nueva Banda de Cornetas y Tambores, que fue felicitada por sus uniformes, disciplina y calidad de sus piezas.
Cabalgata de Reyes Magos de 1959

Las calles de Dos Hermanas aparecieron repletas de público, predominando la grey infantil, que no cesaba de aclamar y pedir caramelos a los Reyes, que este año arrojaron cerca de 400 kilos.
Sus Majestades los Reyes Magos en esta ocasión fueron encarnados por el médico José Caro Romero (Melchor) representando a la Hermandad de Valme; el empresario de la aceituna Antonio Lissén (Gaspar), designado por el Ayuntamiento, y el doctor Manuel Rivero Monterior (Baltasar) elegido por la Hermandad del Rocío.

Antes del Preventorio, la iglesia
La escena que causó más honda emoción sucedió en la puerta de la iglesia parroquial, donde un grupo de niños, evacuados de sus chozas de la Vereda del Garaje y Cerro Blanco durante los pasados temporales, recibieron regalos de ropas y caramelos por los propios Reyes. Estos pequeños continúan alojados provisionalmente en las naves de la industria de los señores Sáinz de la Maza.

Cabalgata de Reyes Magos de 1959

La cabalgata, anunciada por cohetes, continuó su marcha hacia la Avenida Lissén. En el Preventorio esperaban al cortejo las autoridades, entre ellas el ex gobernador civil, el marqués de Ensenada y el nuevo alcalde de Dos Hermanas, Francisco Gómez Carballido,  sin cuya total implicación no hubiera sido posible el espectacular desfile. Una vez cumplimentada la recepción, los Reyes se dirigieron a la capilla del antiguo Palacio de Alpériz, donde adoraron la imagen de Jesús-Niño, y luego se colocaron en los tronos para recibir a los niños y niñas custodiados en esta residencia. Uno a uno fueron pasando, con los ojos muy abiertos, para recoger sus juguetes. Curiosamente, ninguno lloró en esta ocasión. “Que Dios se lo pague”, decían con sus vocecitas.

El señor Lissén aprovechó para entregar importantes donativos al párroco y a la Residencia Santa Teresa para su uso con fines benéficos.

{xtypo_rounded2}No faltó un detalle
Obsérvese la riqueza de los adornos de los ropajes de Gaspar (Antonio Lissén) y Baltasar (Manuel Rivero), a cuya brillantez colaboraron señoras y señoritas de las hermandades de Valme y del Rocío.{/xtypo_rounded2}

Las lágrimas de Melchor y el corcho ‘tiznao’ de Baltasar
Curiosamente, dos de los afortunados que ayer encarnaban a los Magos de Oriente eran médicos del pueblo. De Melchor, con barba blanca, iba disfrazado José Caro Romero, que reconoció haber llorado anoche, en el Preventorio, cuando los niños les agradecieron los regalos cantándoles unos villancicos. Llegó a decir José Caro: “¡Paradojas de la vida! El que lleva más de 36 años familiarizado con las penalidades de los demás, no pudo resistir unas inocentes coplillas”. También es personaje muy querido el médico Manuel Rivero Monterior (Baltasar, en la foto izquierda), con su rostro pintado de un negro impecable gracias al “maquillaje” proporcionado por un corcho tiznado.

 

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