La infrahistoria de los Coen

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A propósito de Llewyn Davis

A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS

Los hermanos Coen, Joel y Ethan, son de esos directores de los que uno espera con ansias que hagan una nueva película. Porque sabes que, como den en el clavo (cosa que, desafortunadamente, no siempre, aunque casi, ocurre) te encontrarás con una obra maestra indiscutible, con una de esas historias que dejan una huella en todo buen cinéfilo que se precie. Esta última, A propósito de Llewyn Davis, se queda un poco a medio camino. No es para nada una mala película, más bien al contrario, pero se nota que le falta algo (no sabría decir muy bien qué) que sí tienen sus varias obras maestras (Fargo, No es país para viejos, El gran Lebowski, Muerte entre las flores…).

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{xtypo_code}Estados Unidos, 2013. (105′)
Título original: Inside Llewyn Davis.
Escrita y dirigida: Joel Coen y Ethan Coen.
Producción: Ethan Coen, Joel Coen, Scott Rudin.
Fotografía: Bruno Delbonnel.
Montaje: Joel Coen, Ethan Coen.
Intérpretes: Oscar Isaac (Llewyn Davis), Carey Mulligan (Jean), Justin Timberlake (Jim), Ethan Phillips (Mitch Gorfein), Robin Barlett (Lillian Gorfein), Max Casella (Pappi Corsicato), Jerry Grayson (Mel Novikoff), Jeanine Serralles (Joy), Adam Driver (Al Cody), Stark Sands (Troy Nelson), John Goodman (Roland Turner).{/xtypo_code}

Lo que sí apreciamos en esta es uno de los puntos cardinales de toda la cinematografía de estos hermanos de Minneapolis: contar la infrahistoria de su país. En vez de centrarse en los hechos capitales, en los grandes personajes de la Historia, el cine de los Coen está plagado de perdedores, de personajes desconocidos, y de acontecimientos sin importancia (aquí vemos una semana en la vida de un cantante de folk que intenta ganarse la vida con su música, pero que no tiene dónde caerse muerto, y duerme cada día en el sofá de alguno de los pocos que todavía le soportan). Pero ello les sirve para mostrar un fresco del país, de la sociedad, y de una época determinada. Ahí sí, esta historia cumple su cometido y es fantástica. En ello tiene mucho que ver la estupenda fotografía de Bruno Delbonnel para reflejar los ambientes en los que se mueven los personajes de esta película.

El personaje protagonista, como tantos otros en las cintas de los Coen, no forma parte de la historia, pero está allí cuando algo ocurre (este Llewyn Davis vagabundea por los sórdidos y humeantes clubes del Village de principios de los sesenta, justo cuando empieza a cantar un tal Bob Dylan (no sé si les sonará…) pero no consigue el éxito que desea). La música aquí, a pesar de su amplia presencia (no es continua, pero siempre son canciones completas), no es más que un ardid, una excusa para contar otras cosas. Lo que importa es la construcción de los ambientes; la sensación de derrota, de melancolía; la defensa de la libertad creativa a pesar de que no sirva para alcanzar el éxito deseado…

Los intérpretes están soberbios: Oscar Isaacs está magnífico, y los secundarios (algo habitual en los Coen) brillan tanto o más que el protagonista: Carey Mulligan, John Goodman, F. Murrauy Abraham, necesitan solo unos minutos para demostrar su enorme talento.

Pero a pesar de sus buenas interpretaciones, de su gran fotografía, de estupenda banda sonora, la historia de este músico no termina de enganchar del todo, porque no emociona lo que debería, y uno no termina de empatizar totalmente con el protagonista.

 

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