Fallecido el pasado verano, el nazareno es considerado por los críticos como uno de los grandes del flamenco
El fallecimiento, el pasado día 31 de julio de 1971, del cantaor nazareno Juan Talega a los 79 años de edad, ha servido para que las casas discográficas lo hayan “redescubierto” y se hayan lanzado a editar, de manera póstuma, lo mejor de su escasa discografía.
Juan Agustín Fernández Vargas, al que el mundo del flamenco debe la recuperación de cantes casi extinguidos, sólo dejó huella sonora de su arte en los últimos años de su vida, por lo que hay quien dice que cuando grabó no estaba al cien por cien de sus facultades como cantaor. Quizá pensara como su padre, Agustín Talega, que nunca cantó en público, “sólo en reuniones gitanas”.
Juan Talega no vivió del cante hasta que tuvo una edad muy avanzada; sólo cantaba de vez en cuando, en reuniones donde se le llamaba. Se dedicaba al oficio que le transmitió su padre: tratante de ganado. Fue su amistad con Antonio Mairena la que le sacó de las fiestas particulares y lo incorporó a los festivales flamencos, y también de su mano grabó, a los 75 años, su primer disco con la Casa Columbia. Más tarde, Caballero Bonald lo requirió para formar parte del Archivo del Cante Flamenco.
En 1959 obtuvo los premios de seguiriyas, soleares y tonás en el Concurso Nacional de Córdoba, donde Antonio Gala lo definió como “un león en un teatro”. En 1970 fue homenajeado en el Teatro de la Zarzuela, aunque no acudió por encontrarse enfermo.
A su sepelio, en el cementerio de San Pedro, acudió en masa el pueblo de Dos Hermanas así como numerosos artistas del mundo del flamenco.
