Lo que no se dice

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1501LA MITAD DE OSCAR

A pesar de que ya se ha demostrado en multitud de ocasiones que no es correcto ni acertado, todavía hay quien generaliza, quien piensa (y está convencido de que tiene razón) que todo el cine español es igual, y que no importa quién dirija, quién interprete, quién produzca, todas las películas tendrán un mismo estilo, independientemente del género al que pertenezcan.

{xtypo_code}España, 2010. (89′)
Dirección: Manuel Martín Cuenca.
Producción: Manuel Martín Cuenca, Camilo Vives, Joan Borrell.
Guión: Manuel Martín Cuenca, Alejandro Hernández.
Fotografía:  Rafael de la Uz.
Montaje: Ángel Hernández Zoido.
Intérpretes: Rodrigo Saenz de Heredia (Óscar), Verónica Echegui (María), Denis Eyrey (Jean), Antonio de la Torre (Taxista), Manuel Martínez Roca (Miguel), Salvador Gavilán Ramos (Abuelo), Elena Saganovska (Elena), Eva Almaya (Directora residencia), Alejandro Vera (Recepcionista).{/xtypo_code}

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Afortunadamente, sabemos que no es verdad, y que cintas como la que se estrenó la semana pasada arrasando en taquilla (y cuyo nombre no diremos para no darle una publicidad que no necesita) y esta que tratamos hoy representan modos muy diferentes de hacer y entender el cine.

La mitad de Óscar es una película hecha a base de silencios. Lo que no se dice, lo que se calla, es tan importante o incluso más que lo que sí se cuenta. La cinta no tiene una banda sonora instrumental, ni una sola nota musical (ni siquiera incidental, la música que suena en una televisión, o en la radio de un coche que pasa) se oye en todo el metraje. Sólo las voces de los protagonistas, lo que dicen y lo que callan, el viento, el silencio. Su director, Manuel Martín Cuenca (que debutó en 2003 con la muy interesante La flaqueza del bolchevique, debut también de María Valverde) nos muestran a un director competente, de talento, arriesgado y ambicioso, que ha creado una historia que sólo es simple en apariencia, construida con tres episodios y a base de elipsis.

Óscar trabaja de vigilante en una salina semi-abandonada. Su vida se basa en la rutina. A la hora del almuerzo, Miguel un antiguo compañero ya jubilado, acude a verle y a llevarle la comida. Después del trabajo va a visitar a su único familiar cercano, su abuelo enfermo de alzheimer, que está en una residencia. De noche, vuelve a casa, mira el buzón y el contestador. Nunca hay cartas ni llamadas. Y al día siguiente lo mismo. Y al siguiente. Y al otro. Un día, en la residencia, le dicen que su abuelo ha empeorado y le han llevado al hospital. Y que han avisado a María, su hermana. Óscar lleva dos años sin noticias de ella, ni siquiera sabía que tenían su número en la residencia. María llega poco después, acompañada de su novio Jean, un francés del que Óscar jamás había oído hablar. Entre los hermanos la relación es tensa, algo parece que ocurrió en el pasado. Y es evidente que ella quiere pasar página, aunque él no esté demasiado de acuerdo.

La cinta tiene muy buenos momentos y una secuencia final casi sublime. Es una historia contada con sencillez, e interpretada con talento por su pareja protagonista, un desconocido Rodrigo Sáenz de Heredia, y una magnífica Verónica Echegui, cada vez más alejada del papel que le dio la fama en Yo soy la Juani. Es la demostración de que en el cine español no todo es igual, y de que con un poco de valor, y de saber hacer, se pueden lograr grandes películas como esta.

 

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