Mi maestra Pepi González

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El pasado día 29 de febrero falleció Pepi González, mi maestra. Hasta hoy no había sido capaz de escribir estas líneas, porque al hacerlo, los recuerdos, la rebeldía e incomprensión de su “ida” afloraban y me lo impedían. Hoy espero lograrlo. Tal vez, mis palabras no estén a la altura de su valía humana, pero lo que sí les puedo asegurar es que contendrán todo mi cariño y saldrán del corazón. 

Fueron cinco años los que tuve la gran suerte de tenerla como maestra (así me gustaba llamarla y así la seguiré llamando). Hasta para morir fue especial, haciéndolo un día de año bisiesto. ¿Acaso te fuiste ese día para que no tengamos que recordarte todos los años? No lo conseguirás pues, aunque no volviese a existir el día 29 de febrero, estoy más que segura de que todos los que te conocimos te recordaremos todos los días y a cada momento, porque eras única y grande, siempre estabas para todo y para todos, enseñándonos tu sabiduría y enorme inteligencia.

Pertenezco a la primera promoción de E.G.B. del C.N. José Antonio, llamado así por entonces, hoy Vicente Aleixandre. En esos años sólo se impartía allí clases hasta sexto y ella, con esa gran capacidad que poseía, se encargó personalmente de realizar todos los trámites para implantar los cursos que faltaban para completar la E.G.B. La cubierta del colegio se mojaba y también por sus propios méritos, trabajo y esfuerzo, consiguió que ésta fuese reparada completamente, y fue tan completa que al alumnado nos trasladaron todo un curso al colegio Cervantes. Ella se ocupó de ello para que así no perdiésemos el curso escolar.

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Era incansable en su trabajo, en sus ganas, en su coraje y en su perseverancia. No desfallecía ante los obstáculos, tenía tal fuerza que era imposible que nadie se negase a todo aquello que ella proponía y luchó por la Educación todos los días,ya que fue una profesional enamorada de su trabajo. Hoy es fácil encontrar en los colegios periódicos realizados por el alumnado, pero en los años 70 esto no era muy habitual, pero ella ya lo hacía. Fue una adelantada a su tiempo y también representábamos obras de teatro que ella preparaba. Fui una esponja de sus enseñanzas, me impregnó tantos valores, tanto aprendizaje… No ya sólo de Lengua, Matemáticas o Sociales, valores que hoy guían mi vida, fue la constructora de los pilares sobre los que hoy me sustento. Valores que me acompañan y que ojalá lo hagan siempre, porque como ella me decía: lo que bien se aprende, jamás se olvida, y que bien se encargó de ello, como todo lo que  hacía. Para que no fallase en nada su enseñanza, me colmó de andalucismo, por aquel tiempo, en años todavía de la Transición… mi maestra logró que aprendiese a querer y a respetar a Andalucía, porque me hizo conocer su verdadera historia, su grandeza, su riqueza infravalorada, su escudo, su himno, a cantarlo como originariamente se creó, que sintiese en mis venas el orgullo de ser andaluza, de defender nuestra lengua, nuestras costumbres y nuestra cultura.

Si ella hubiese querido, habría sido presidenta de la Junta de Andalucía, y tengan por seguro que ésta hubiera vuelto a ser esa esplendorosa tierra que todos los andalucistas anhelamos, porque todo lo que ella tocaba lo volvía fructífero y rico. Le decía el otro día a una amiga, que era tal su potencial y calidad humana, que todo lo que se hubiera propuesto lo habría conseguido. Te fuiste, pero eras tan grande que vivirás en todas las que tuvimos la gran suerte de conocerte y disfrutar de tu sabiduría. Hoy, en ese más allá o donde quiera que estés, ya habrás puesto orden y te habrás encargado de que todo funcione mucho mejor. ¡Qué suerte los que ahora te tienen a su lado!

En un libro que me regalastes al terminar la E.G.B, en tu dedicatoria me decías que fuese una mujer que a Andalucía le abriese Fronteras de Sabia Nueva y desde mi humilde condición, con todos mis fallos, aciertos y errores, intentaré hacerlo toda mi vida. Y para terminar esa dedicatoria decías: “¡Se va con vosotras algo tan nuestro!, Se queda la clase con tal vacío que llenar ese hueco será difícil… ¡Notaré la falta! ¡Era lo mío! Hoy yo te devuelvo esas mismas palabras. A mi maestra, siempre.

 

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