Corpus, ¿ostentación o agradecimiento?

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¡Qué mal se lleva Jesucristo con la ostentación y la vanidad! ¡Qué poco le gusta el “figuroneo” y la hipocresía! Nunca rechazó a ningún pecador, ni nos rechaza a ninguno de nosotros, pero qué mal llevaba el egoísmo disfrazado de generosidad, o el afán de sobresalir disimulado de piedad religiosa.
Cuando quiere hacerse materialmente presente en medio de su pueblo busca un poco de pan y vino. ¿Habrá elementos más sencillos?

En una solemne celebración, en medio de una inmensa construcción humana, rodeada de todo el boato, donde la plata y el oro relucen en su mayor esplendor, el Hijo de Dios se hace presente en lo más humilde, en lo más sencillo, en lo que humanamente parece que tiene menos valor, en un poco de pan y un poco de vino. ¿Puede haber una denuncia más contundente del orgullo humano?

Dios se hace pan, no te fijes en los pecados de los que lo tomamos en nuestras manos. Dios se hace pan, que no le impida nada acercarse a ti y a los tuyos. Dios se hace pan para ser tu alimento y tu fuerza. Dios se hace pan por amor a ti y a todos. Dios se hace pan para transformar la historia. Dios se hace pan para estar cerca del que sufre. El que todo lo contiene y fundamenta, El que es sentido verdadero de toda la historia, El que es Dios altísimo, se nos ofrece en la humildad más plena. ¿Quién ha visto gloria más grande?

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Día del Corpus, día de alegría y agradecimiento por tanta cercanía cotidiana, por tanto cariño cada día, por tanta presencia que nos invita a ser personas más verdaderas; que nos invita a ser más hermanos, más hijos.

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