Mensajes y mensajeros

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Los relatos de Navidad de los evangelistas Mateo y Lucas son sobrios y sencillos y no les falta una especial fuerza poética. Es así como ellos quisieron exponer la realidad de Jesús. Escribieron las narraciones bajo los efectos de la profunda experiencia de los acontecimientos que ocurrieron en la vida de Jesús. Proclamaron el ser cristiano no tanto como una doctrina, sino muy principalmente en el sentido de su seguimiento como persona.  

Podemos decir, siguiendo a  los exegetas más modernos, que los ‘midrash’ o  historias bíblicas, en este caso de Navidad, narrados por Mateo y Lucas, fueron escritos después de la primitiva reflexión teológica. Esas sencillas narraciones ejemplarizan, simbolizan y ofrecen a la sensibilidad de los creyentes aquello que hay de  más notable en el mensaje que quieren comunicar. Al contrario del mundo de ficciones vacías en el que se valora lo virtual, los relatos de los evangelistas son como una inflexión profunda en la materialidad del mundo y de las gentes.

El marketing comercial ha encontrado en los sentimientos navideños un buen filón para el sistema del capital que los utiliza sin ningún pudor convirtiendo la celebración alegre del Emmanuel en un frenesí y agosto de comprar y vender sin mesura ni mayor sentido. Pero Navidad fue desde muy antiguo un tiempo de silencio, de villancicos y estar en familia, pausa en el camino, mirar al cielo, serenar el vuelo, examen de actitudes y de hechos, acompañamiento de pastores, meditaciones junto al  pesebre, con la mula y con el buey.

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En el nacimiento de Jesús la gran novedad es que Dios se hace hombre, materia, amigo del mundo y de los hombres, peregrino religioso y profano de la Historia humana. Nace hombre de Dios y de María. En este nacer Dios no es la causa habitual según nacen los demás niños, sino causa principal y extraordinaria.  

Con las escenas de Belén se quiere trasmitir el desasimiento y la pobreza social en la que Jesús se inserta. Nace pobre y vivirá entre las gentes sencillas, sin acercamiento hacia los ricos de este mundo, si no fuera para denunciar sus miserias.

Bellísima es la imagen de la estrella sobre el portal,  que guía a los hombres magos, que vieron la conjunción de unos planetas. Es la estrella que acompaña como propia a los grandes personajes de la Historia. No se quiere expresar un simple indicador para caminantes, es más bien un mensaje del cielo, llegado desde el inmenso lugar de las estrellas y que Dios envía como portavoz de Jesús, dirigida en especial a los que tienen hambre  de luz y de justicia. En su aparición se dio la conjunción de Venus y Saturno, o lo que es lo mismo, del mundo profano, solitario de Dios, con el mundo de Dios.

Deliciosa estampa  la de unos mensajeros o ángeles que anunciaron liberaciones a los más pequeños de aquellas gentes minusvaloradas y pobres de Israel. Hasta los pastores llegan voceros que proclaman la unión de Dios con la secularidad y creyentes de toda la Tierra. El núcleo del mensaje es el mismo Jesús. Todo un drama expuesto con una literatura naïf y sólo sensible para los que libremente creen en la experiencia de la resurrección o nueva manera de vivir, que le dio su verdadero sentido al nacimiento y la vida toda de Jesús. 

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