Se nos marchó nuestro amigo Enrique Cabeza, un gran artista en todo el sentido de la palabra, y así lo fue desde que nació; destacó en los estudios, en el fútbol, en el arte de la zapatería (donde confeccionó los mejores botos del gremio), fue un gran jinete y gran conocedor de los entresijos del difícil mundo del caballo, y cómo no… destacó en el arte del cante, ya que todos los nazarenos conocíamos su forma de cantar, con una exquisita voz, estilo, temperamento y buen gusto. Así era nuestro amigo Enrique.
Lo recuerdo en aquellas fiestas particulares, donde siempre era el centro de atención, por sus cualidades para llegar a todos. Todavía conservo aquel trofeo de 1972, que ganaron él y su compadre José María Castillo en el teatro Cervantes de Sevilla, en un concurso de sevillanas a Montequinto, para la promoción de aquel barrio. Y también en ese mismo año, donde intervino a dúo igualmente con José María Castillo, con el acompañamiento de palmas del ‘Lito’ y de José Martínez ‘El Pollo’ en el 2º Certamen de sevillanas, en los jardines de Torrevalme, donde obtuvieron el primer premio de interpretación, de letra y de música, con aquellas sevillanas Piropos a la Virgen de Valme que les compuse para tal evento, una noche inolvidable que siempre llevaremos en nuestro corazón.
También recuerdo aquel año 1975, cuando grabó su primer y único disco en Madrid, en la casa Columbia, junto a la guitarra nazarena de Juan Castillo ‘El Peluca’, que tanto esfuerzo nos costó el poder grabarlo, con aquellos ensayos a piano en la calle Feria de Sevilla, en casa del maestro Rafael Báez, cómo lucía la exquisita voz de Enrique con el piano, algo difícil de olvidar.
Recordémosle como buen amigo, que nos dio el mejor regalo, el honor de poder compartir con él su cante. Ahora seguirá alegrando con su presencia a otros nazarenos que lo esperan allá en el Cielo, como Juan Talega, el gran Silverio, Juanito Gili, Manuel ‘El Alpiste’, el Rerre de Los Palacios, Francisco Márquez y otros artistas, que lo tendrán junto a ellos eternamente, para alegrar con su voz las fiestas en los tablaos de la Gloria.
Adiós, amigo Enrique, los que te queríamos nunca te olvidaremos.
