Canales, bicicletas y mucha diversión en el viaje a Amsterdam de ‘Verano Joven’

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    Foto del grupo en La HayaEl viaje a Amsterdam, del 2 al 8 de agosto fue el más solicitado este verano

    El viaje empezó tempranopues había que coger dos aviones; en el autobús, Maricarmen y Chari daban instrucciones para organizarnos en los aeropuertos. Ya en pleno vuelo hacia Amsterdam hubo quien intentó ligar, sin mucho éxito, con una holandesa con la excusa de que le indicara lo que no debía perderse de la ciudad. A la llegada a la ciudad de los canales nos recibió el sol… y el viento. Por entonces, los más de 50 viajeros, en su mayoría parejas, habían comenzado a entablar amistad unos con otros.

    La ciudad
    Lo que más llama la atención a primera vista de Amsterdam son los canales; hay agua por todas partes. Las calles del centro se distribuyen de forma concéntrica paralelas a los canales más importantes. El tiempo acompañaba, el verano holandés es suave. Como si fuéramos turistas japoneses, empezamos a hacer fotos a diestro y siniestro: “vamos a meternos por ese callejón”. Al otro lado del callejón nos esperaba el Barrio Rojo, donde las prostitutas se exhiben en ropa interior a través de un escaparate. Una rubia incluso salió del local y se abalanzó sobre uno de nosotros, aunque no es lo que suele pasar. Una cortina garantiza la privacidad de los clientes. La zona del Barrio Rojo está en pleno centro de Amsterdam y la prostitución se toma con bastante naturalidad. La legislación holandesa es bastante avanzada al respecto y las prostitutas pagan sus impuestos como otro trabajador cualquiera.

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    Fachadas típicas sobre un canalLos canales
    Al día siguiente nos esperaba Ben, el guía que nos recogió en el aeropuerto, para hacer una excursión (previo pago de seis euros) por los canales de Amsterdam. Ese fin de semana coincidía con la celebración del orgullo gay y  el sábado los botes se convirtieron en carrozas con música, pelucas y muchas ganas de fiesta. Pero además de fiesta, Amsterdam también tiene museos, desde grandes pinacotecas como el Rijksmuseum a la casa de Ana Frank o los museos del sexo y de la marihuana. La casa de Ana Frank se ha intentado conservar fielmente, y es sobrecogedor imaginar cómo es vivir en silencio con el temor de ser descubierto por los nazis. Aunque a veces la cola puede hacerse interminable la visita merece la pena y a pocos deja indiferente.

    El día de las bicis
    El transporte en Amsterdam es muy completo, puedes montar en tranvía, metro, trenes, autobuses, barcas, y sobre todo, bicicletas. El tópico se cumple, sólo había que alejarse cinco minutos del hotel para verlas amontonadas en la puerta de la estación de Amstel. Pasear por Amsterdam en bicicleta es la mejor forma de conocer la ciudad una vez que te acostumbras al retrofreno. Hay muchos sitios donde alquilarlas y varían entre precios y horarios. Encontramos un lugar donde por diez euros las teníamos hasta las diez de la noche. Después de hacernos a las bicis, nuestro grupo salió hacia el museo Van Gogh como si fuéramos los niños de Verano Azul, con timbrecito incluido.  El museo recoge algunas de las obras más importantes del pintor holandés a lo largo de todas sus etapas y también una muestra de dibujos y bocetos, así como obras de otros coetáneos.

    I amsterdamPueblos pintorescos
    El domingo Ben había preparado una excursión para recorrer los pueblos pesqueros de Marken y Volendam y la aldea de los molinos Zaanse Schans por 45 euros. Tres del grupo decidimos ir por nuestra cuenta y, como preguntando se llega a todas partes, salimos a la aventura y con una especie de bonobús visitamos además la villa medieval de Edam, famosa por los quesos a los que da nombre. Desde la antigua villa marinera de Volendam cogimos un barco hasta Marken, pequeña aldea de casas verdes de madera, que antaño fue una isla. De allí volvimos a Amsterdam y luego a Zaanse Schans, donde hay varios molinos que funcionan como centro de interpretación de la vida típica holandesa en el siglo XVIII.

    Otras ciudades
    El viaje organizado incluía la visita a Rotterdam, que alberga el puerto más grande de Europa, y casi el más grande del mundo, donde visitamos las casas cubo, un original conjunto de viviendas con forma de cubos apoyados en un vértice. Después fuimos a Delft, epicentro de la porcelana blanquiazul holandesa, y cuna de Vermeer, donde subimos (los que soportamos el vértigo) a la torre de la Iglesia Nueva, desde donde se obtiene una panorámica impresionante de toda la ciudad. De allí pasamos a La Haya, la tercera ciudad más importante de Holanda y sede del Tribunal Penal Internacional. En la rápida visita Ben nos recomendó tomar unos arenques, “quien no ha probado estos arenques no puede decir que ha estado en Holanda”, decía. Parecían estar algo crudos, y al olor del pescado se acercó una gaviota en actitud amenazante que dio buena cuenta de los arenques que no nos atrevimos a terminar. También pudimos contemplar el Panorama Mesdag, un enorme lienzo circular que recrea la zona de playa donde acudía la burguesía.

    Esa tarde volvimos a Amsterdam a pasar la última noche en Holanda. Al día siguiente partiríamos a Bélgica para visitar Brujas y Gante antes de llegar a Bruselas, punto final de nuestro destino. Salimos del hotel el martes por la mañana, pero algo más tarde de lo previsto.

    Debido a que el chófer no podía trabajar más horas de las establecidas por ley, no nos dio tiempo a conocer Gante, pero cambiamos la ciudad gótica por Amberes. Después, con algo de prisa, llegamos a Brujas, una ciudad de ensueño que recorrimos a pie y que a muchos nos supo a poco, porque el tiempo es oro, y antes de darnos cuenta ya estábamos de recogida camino de Bruselas.

    Allí pasaríamos la última noche del viaje y había que aprovecharla. Hubo quien se quedó en la monumental Grand Place, aunque, paradojas de la vida, nosotros acabamos en un local de reguetón de la mano de unos estudiantes belgas.

    La vuelta a casa
    A la mañana siguiente, nos esperaba un nuevo guía, cuyo particular acento parecía sacado de Piratas del Caribe. Después de un recorrido por la ciudad y la obligada foto ante el Manenken Pis y el Atomium bajo la lluvia, el autobús nos dejó en el aeropuerto belga donde empezamos a ser conscientes de que las vacaciones se acababan. Unas cuantas horas y dos aeropuertos después llegamos por fin a Dos Hermanas, donde los abrazos emotivos y las despedidas  dieron paso a la promesa de volver a reunirnos los cincuenta y tantos en una gran ‘quedada’, que todavía está pendiente.

     

    Bruselas
    De Amsterdam fuimos a Rotterdam, Delft, La Haya, y después a Amberes, Brujas y Bruselas, donde terminó el viaje. En la imagen, la Grand Place de Bruselas, capital del país de la cerveza,los gofres y los bombones y bastante concurrida por albergar la mayoría de las instituciones de la Unión Europea. Grand Place de Bruselas

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