Inolvidable hermano Antonio: ya estamos de nuevo en junio. El viernes, día 22, hace dos años que partistes para la Gloria. El miércoles me invitaron para almorzar en la Caseta de Montequinto de todas las asociaciones. Eso no fue todo, por la tarde, Don Francisco Rubio Gil, presidente de A.N.A.M.A., y su encantadora esposa, Rosa, también me invitaron al Colegio de San Hemenegildo. Esa tarde le dijeron una misa a Don Antonio Mir Escalera, vicepresidente también de la asociación e íntimo suyo.
Tú, mi queridísimo hermano, sabes por qué te cuento esto, siempre te gustaba saber todo lo que me ocurría, lo bueno y lo malo. Desde que mis hijos estuvieron en dicho colegio, no había vuelto a estar allí. Fue mi entrada en la Iglesia como si entrara en el cielo y, sobre todo, creía verte allí. Fue tan hermosa la sensación de alegría, de paz, de pulcritud. Todo orden, todo inexplicablemente es lindo y está bien cuidado como tan sólo ellos lo saben hacer.
Te hacía allí mientras escuchaba la bonita misa. Recuerdo cuando tú y Pepe Luis, nuestro querido hermano, estabais allí, cuando ibais andando lloviendo o con calor, cuando correteabais por aquella hermosura silenciosa que nadie se figura que exista. Antonio, te hacía jugando a la pelota y comiendo las naranjas de aquellos árboles. Fue la sensación de estar contigo, como en nuestra niñez. Todos estos recuerdos hacían que mis ojos se nublaran, y ahora también se están llenando de lágrimas, perdóname si te pongo triste.
Ahora siento la alegría de ser tu hermana más querida, yo lo supe siempre, me lo demostrabas con tus detalles, nunca me abandonastes y tampoco lo haces ahora.
El día 22 escuchamos una misa por tu alma, y por todos por cuantos están contigo. Todas las noches al acostarme te hablaré tranquila y te contaré mis cosas como lo hago desde que te fuistes.
Descansa en paz, y pide por todos nosotros.
Te quise y te querré por toda la eternidad. Tu hermana, te abraza fuerte fuerte, te quiero Antonio.
