Sr. Borrego: leyendo y releyendo su entrevsita en el periódico La Semana no salgo de mi asombro. Parece que todo marcha perfecto y aquí como si nada hubiera pasado, y eso no es así, ¿verdad? Lo pone usted tan bonito que parece que el pueblo tiene que estarle agradecido por sacar La Cena este año.
En primer lugar, permítame decirle que tiene muy mala memoria. Ahora aporta datos y documentos con todos sus escritos, documentos que antes, según usted, no existían. Y yo me pregunto, ¿son válidos o tienen la misma validez que los que había en la Junta de Gobierno primitiva? ¿Sobre cuál de las tres reglas que había han jurado esos treinta hermanos nuevos que usted menciona? Si mal no recuerdo, ninguna era válida, ni estaban aprobadas.
Le recuerdo que usted y solamente usted fue dejándolo todo plantado. Se puso a mi pueblo por montera dejando de tener en cuenta, incluso, a los niños de Primera Comunión en ese momento pendientes de usted.
Destruyó de un solo plumazo el trabajo y las muchas ilusiones de unos 1.500 hermanos, entre ellos familias enteras que habían hecho un desembolso económico, cada una según posibilidades, para que en la salida procesional hubiese la armonía y esplendor que una cofradía necesita. Ahora ya sus túnicas, después de cinco años, no le están buenas y aún siguen preguntando por el Señor de la Cena. ¿Qué podemos contestarle a eso?
Y de nuestra querida parroquia, ¿qué me dice? Está prácticamente sola, apenas tiene juventud, está sucia. Pero, claro, usted saca los pasos. Todo esto y mucho más que no acabaría nunca.
Yo puse al servicio de la Iglesia durante 30 años mi corazón, mi casa, mi trabajo y, lo más importante, mi cariño y confiaza. Ahora no tengo nada, lo habéis matado todo en mí.
Vea usted que las cosas no van como pretende hacernos creer. Despreciar e ignorar son resultados normales de la soberbia.
En este Jueves de Penitencia yo no estaré aquí, pero os deseo lo mejor para el recorrido de penitencia por las calles de esta ciudad.
