Días de primavera

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Valentín Fuster, cardiólogo, sabe muy bien que no es igual la buena vida que la vida buena, que la segunda es la higiénica, de cuerpo y de mente, que a la postre el espíritu, el pensamiento son partes principales de nuestro ser. Dice el doctor Fuster: “Hoy día los médicos son capaces de salvar al 90% de los pacientes que llegan a urgencias con un infarto, pero no son capaces de evitar que lo tengan”, “Ese correr a ninguna parte sin mover un dedo”, “Vivimos estresados, no tenemos tiempo para nada y eso nos lleva a fumar o a engordar”, “La cifra (de infartos) subirá a 25 millones de muertos en 2020”.

A juicio de los observadores Tony Blair se equivocó doblemente cuando consideró que la guerra de Irak será juzgada por Dios y por la Historia. Primero tuvo la enemistad de quienes han perdido allí a sus hijos, porque no entienden como se puede llevar a los chicos a que se les mate y al tiempo ser cristiano. En segundo lugar, Blair recibió la crítica de los analistas sociales que piensan que, si se mezcla la política con la religión, entonces los islámicos dirán que en verdad la guerra fue y es una cruzada de los cristianos.

La ley antitabaco está produciendo reacciones extrañas. Una especie de puesta de acuerdo entre todos los dueños de bares y cafeterías da como resultado que es posible fumar en casi todos esos establecimientos y así, en la práctica, el espíritu de la ley queda burlado por la letra sin salir de los propios contenidos de la ley misma. Parece que ha funcionado en las empresas según se observa en los paseos, tolerados y frecuentes en la puertas de las oficinas, tiendas y talleres. Los observadores del tema de la salud están a la espera de que se prohíba de una vez por todas y eficientemente fumar en determinados lugares. Asimismo espera turno la prohibición eficaz de las bebidas alcohólicas  para niños y adolescentes en la calle. Porque la libertad no es cualquier cosa.

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El universo macroscópico y el microscópico, ambos a la par, nos hablan de un Ordenador. Pero no tenemos el programa que explicará por qué el ser y no la nada, siendo ésta más fácil. No obstante el universo ha crecido tanto a la vista de la ciencia en los últimos ciento cincuenta años, que estamos perplejos y asombrados de que lo que se preveía en efecto esté ahí. Pero es que además tiende, por otra parte, a ser más grande, a expandirse. También el hombre, microcosmos, está en la vocación de crecer y agrandar su vida, sus conocimientos, sus raíces. Los que cuidan su cuerpo y su espíritu así lo experimentan. En el jardín de nuestro ser hay millones de células colaboradoras entre sí, buenas colegas en el trabajo diario. No se sienten menos importantes que el orden universal. Últimamente, incluso al caos se le ha encontrado un cierto orden interno. ¿No será su inclinación de ir a la expansión y a la plenitud?

Robert Cooper, neurólogo, cree que el cerebro también actúa desde el corazón. Dicho de otra manera: que también el corazón tiene cerebro. Que este cerebro del corazón está constituido por 40.000 células nerviosas. Alex Rovira Celma publicó en El País Semanal el artículo “El valor de la ternura”. La ternura sería la expresión coordinada y generosa de la persona en la que interviene muy en especial ese corazón inteligente. Y según Cooper asegura, el campo electromagnético del “cerebro cardiaco”, llamémosle así, es cinco mil veces mayor que el del propio cerebro craneal. Y dice que ese campo puede ser medido con instrumentos de precisión hasta tres metros más allá del propio corazón. Quizás las corazonadas y la transmisión de pensamientos que se reciben en el hombre –instrumento de extrema sensibilidad- están en esa dimensión. Claro que hay que estar por la labor. Así que la ternura mueve al mundo, cura a las personas. Es como amor con lujo, amor respetuoso, gratis y que genera un nuevo sentido de la libertad. Las palabras pueden ser expresión también de la ternura, pero sobre todo es el contacto con las cosas y las personas el que nos hace madurar y ser más libres.

Ése es nuestro mundo que ahora se investiga y que poco a poco se encuentra necesitado de los elementos de la comunicación. Ya están ahí, la radio, la tele, el móvil, internet. Los usamos en gran manera como cuando a los niños se les regala un juguete de lujo al que no saben sacarle todo el provecho que se pudiera y que incluso es susceptible de ser utilizado de manera peligrosa, como el aprendiz de brujo cuya máquina se volvió contra él mismo. Los media empleados para ayudar a nuestra sensibilidad, no para destruirla, tienen una misión importante en la vida que viene. La transmisión de la imagen tan sensitiva y el sonido, de la palabra cálida renuevan las expectativas de vivir. Claro que el más principal de los modos de transmitir es exponerse uno mismo al riesgo de la experiencia de la amistad y del respeto a los demás.

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