“Si no lo veo… no, no puede ser…”
Supongo que estas cosas pensaría
el agente local de policía
que tuvo otro atropello que atender. De forma que ya ven, otro percance,
otro coche pasando por la quilla
a otra víctima puesta por delante;
otro golpe-alquitrán, su pesadilla
y otro rostro sin voz, que en este lance,
nos muestra cuán irónico es el trance
al ser de un parapléjico en su silla.
Lo bueno del suceso fue la suerte,
fue decir que en un susto quedó todo,
fue no ver implicado otro beodo
ni sentir la guadaña de la muerte.
Y mientras se repone nuestro asfalto,
algunos movimientos vecinales
se deben revelar contra el asalto
que es ver atropellar sus libertades.
Se trata –cómo no– del botellón,
de violencia ladrando frente a casa,
de bobos y de lobos o la escasa
pegada de gritar tu indignación…