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(Lucas 18,9-14) SIEMBRA pobreza que recogerás verdadera riqueza. Es una ley de nuestra vida. El labrador siembra un pequeño grano de trigo, sin la certeza de que la lluvia llegará a tiempo para hacerlo germinar. Pero aquella siembra de unas cuantas espuertas de grano da una cosecha que permite tener pan a todo un pueblo. Siembra tú también pobreza en tu corazón y en tu vida.

Siembra la pobreza y la humildad del arrepentimiento en el daño que has hecho y en las faltas de coherencia que has vivido, y recogerás una cosecha grande de paz interior, de crecimiento personal. El perdón de Dios hace el milagro.

Siembra en tu vida la pobreza del esfuerzo por desarrollar tus capacidades, la pobreza del trabajo cotidiano por llevar adelante tus proyectos; y recogerás la cosecha abundante de ser una persona de la que se fían los demás, una persona que se tiene en cuenta para hacer el bien. Dios bendice a los que son fieles a su voluntad.

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Acoge en tu vida la pobreza del menosprecio injusto, de las críticas infundadas, de la persecución –una siembra amarga-; pero recibirás a cambio un amor purificado y limpio, cribado de odios y de recelos, adornado con la confianza y la presencia de Dios.

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