Hasta el siglo XIX, eran las campanas de la iglesia de Santa María Magdalena, y, por tanto, las horas canónicas (siguiendo el ritmo de los rezos religiosos), las que marcaban el tiempo y no los relojes nazarenos. Sin embargo, a partir del XVIII, pero, sobre todo, tras la aparición del liberalismo, los consistorios tendieron a colocar en las fachadas de las casas del cabildo un reloj con el fin de que fuera el poder civil el encargado de señalar las horas. En este artículo, vamos a hacer un repaso de los diversos relojes públicos que han existido en nuestra ciudad a lo largo de los siglos.
Los antecedentes
Mucho antes de que apareciera el actual reloj municipal, ya en el siglo XVI tenemos noticias de la existencia de otros relojes nazarenos, uno que se ubicaría también en la iglesia de Santa María Magdalena, concretamente en la torre campanario. El 28 de enero de 1597, otorgó escritura de obligación el francés Pedro Frateo, mediante la cual se obligaba a “dar y asentar en la torre de la iglesia de esta villa un reloj para que toque y dé las horas en una de las campanas de la dicha iglesia, que es el que Andrés de Céspedes, vecino de Sevilla, ha visto en mi casa y señalado para la dicha iglesia”.
Asimismo, se comprometía a entregar el reloj en febrero de ese mismo año, costando 85 ducados. Por otra parte, quien encargó y pagó el reloj fue el concejo de Dos-Hermanas y no el clero de la parroquia, y, lo que es más curioso, Frateo entregaría únicamente la maquinaria del reloj, siendo el cabildo nazareno el que debía aportar las “cuerdas y pesas y rodela para el mostrador” de aquel. El mostrador era el nombre que recibía entonces la esfera del reloj.
Ese del siglo XVI terminó siendo sustituido por otro a principios del Setecientos. Entre las cuentas de la visita pastoral de 1728, se encuentran anotadas numerosas referencias al nuevo reloj, obra del maestro relojero sevillano Francisco Conde, quien, según consta en un recibo fechado el 20 de julio de 1725, cobró 127 reales y medio por su confección. En las referidas cuentas se anota el pago de 7 reales y medio “pagados a un costalero que trujo de Sevilla el reloj”. Asimismo, 36 reales y 17 maravedíes recibieron el maestro albañil Juan López y tres peones “por hacer las almenas de la campana del reloj, componer los pórticos y recorrer los tejados”. Y cobraron, además, 14 reales y 17 maravedíes por el día que tardaron en “componer un tabique para el reloj y la campana de vuelta”.
Por último, en las cuentas se consignaron los 4 reales que se pagaron por “medio día que trabajó en hacer los pilares para poner el reloj Juan Gómez, maestro carpintero”. Por desgracia, no sabemos qué fue de este reloj.
El primer reloj municipal
A principios del siglo XIX, se tiene constancia de la existencia, en las casas consistoriales, de una campana con su reloj, que debían estar situados en la fachada principal, a la altura de la puerta de acceso al edificio. Las primeras menciones datan de 1813, por lo que debió ser colocada en fecha no muy alejada a ese año, como uno de los relojes nazarenos.
Años más tarde, en 1843, se construyó en el mismo consistorio una pequeña torre para colocar allí la campana y el reloj. Reloj que sería sustituido un año más tarde por otro realizado por el afamado relojero bilbaíno José Manuel de Zugasti, y que es el que hoy en día vemos. No obstante, al poco tiempo (muy posiblemente a finales de aquella década) la torre presentaba tan mal estado de conservación que peligraba su estabilidad. Entonces, los capitulares decidieron derribarla y colocar el reloj en el lugar que actualmente ocupa junto a la torre campanario de la iglesia de Santa María Magdalena, sin perder, eso sí, su titularidad municipal. De la campana, en cambio, no hay rastro.
El actual reloj de los Jardines
Colocado el reloj de Zugasti en la fachada principal de la parroquia nazarena, el Ayuntamiento continuó nombrando a una persona para que se encargase del mantenimiento del reloj. De este modo, en 1896 los capitulares designaron al sacristán Juan José Tinoco García para que ‘cuidara’ del reloj municipal. A cambio, recibía un pequeño sueldo que en ese año ascendía a 91,25 pesetas. En 1919, le sucedió en el cargo su hijo, el sochantre Enrique Tinoco Rodríguez, y, a éste, su hijo Juan José Tinoco, el último encargado del reloj.
Desde que se instalara en su nueva ubicación, el reloj público ha sido restaurado y reparado en diversas ocasiones. La primera de la que tenemos constancia documental tuvo lugar en 1876, cuando se destinaron 125 pesetas a la compostura de uno de estos relojes nazarenos, sin que sepamos en qué consistió esa intervención, aunque sí sabemos el nombre del autor, Federico Ruiz Rodríguez. Y en julio de 1877 se pagaron 77,25 pesetas a José Álvarez y Julián García por la compostura de la esfera del reloj. Nuevos arreglos se hicieron en marzo de 1895 y 1901. En esa última se colocó en la maquinaria un cojinete nuevo de metal, un alza de un eje y una cuerda de cáñamo de 30 metros para la pesa de la campana. Cinco años después, en julio de 1906 el regidor interventor suplente solicitó la colocación de “una esfera luminosa y caso de que esto sea difícil por impedirlo el estado de los fondos municipales, que se le coloque al exterior una luz eléctrica para que de noche pueda ser visible la hora que marque”.
En septiembre de 1910, Manuel Aguilar Carrasco pintó la esfera del reloj, modificando el horario y minutero de la misma. Asimismo, las últimas intervenciones se dieron en 1928, 1957 y en 1999, la más destacada.