Con un punto de partida semejante al de la reciente El Gordo y el Flaco (Stan & Ollie), con una otrora estrella de Hollywood, ya en sus años bajos y de capa caída, y con las deudas acumulándose, a la que contratan para una serie de espectáculos en Inglaterra, donde todavía se la venera como la estrella que fue, Judy nos cuenta los últimos meses de vida de Judy Garland, la que fue una estrella infantil, que vive (casi) de las rentas, y en cuyo cuerpo han hecho estragos los excesos de alcohol y medicamentos.
Judy denuncia sin ambages cómo los estudios explotaban despiadadamente a sus estrellas, a través de diversos flashbacks en los que la estrella incipiente, apenas una joven adolescente sin experiencia, se enfrenta al duro rodaje de El mago de Oz, con un Louis B. Mayer que le robó su adolescencia, la sometió a un duro régimen (de trabajo y alimenticio) y la obligó a tomar un montón de pastillas, provocándole una adicción que mantendría a la estrella enganchada toda su vida. Es terriblemente dolorosa la escena en la que, ya en la actualidad de la cinta, le entregan una tarta por su cumpleaños y ella la mira, dando vueltas al plato, sin atreverse a comer más que unas migajas.
Reino Unido, 2019 (118′)
Dirección: Rupert Goold.
Producción: David Livingstone.
Guión: Tom Edge, basado en la obra de teatro de Peter Quilter.
Fotografía: Ole Bratt Birkeland.
Música: Gabriel Yared.
Montaje: Melanie Oliver.
Intérpretes: Renée Zellweger (Judy Garland), Jessie Buckley (Rosalyn Wilder), Finn Wittrock (Mickey Deans), Rufus Sewell (Sid Luft), Michael Gambon (Bernard Delfont), Richard Cordery (Louis B. Mayer), Royce Pierreson (Burt Rhodes), Darci Shaw (Judy, joven), Andy Nyman (Dan), Daniel Cerqueira (Stan), Bella Ramsey (Lorna Luft), Gemma-Leah Devereux (Liza Minelli).
La personalidad complicada de Garland, mujer a la que los estudios le robaron una infancia de la que apenas pudo disfrutar, ‘secuestrada’ en un gran estudio en el que ni siquiera le dejaban tomarse una hamburguesa, con una vida oscura y difícil, en la que no faltaron los abusos y las palizas (aunque en la cinta de Goold se pase casi de puntillas sobre el tema), estuvo llena de alcohol y pastillas, lo que muchas veces la hacían insoportable e incapaz de realizar su trabajo, pero que en una buena noche mostraba de un talento insuperable, es representada de modo soberbio por Renée Zellweger.
La actriz, si bien es cierto que tiene momentos de gran brillantez, interpretando ella misma las canciones de Garland (anteriormente ya cantó y estuvo nominada al Oscar por su trabajo en Chicago), y que casi con total seguridad le servirán para ganar su segunda estatuilla el próximo domingo, tiene también otros momentos en los que roza la caricatura.
La película de Goold no puede olvidar que es un biopic y, aunque se agradece que no caiga en el sentimentalismo, en determinados momentos se deja llevar por los elementos habituales de este tipo de películas. Podía haber sido más arriesgada, pero el resultado final es demasiado convencional, incluso en el apartado visual, dejando a Judy en poco más que una gran interpretación.
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