1845-1907. El Perro Negro, mito y realidad

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1845-1907. El Perro Negro, mito y realidadCurioso personaje de la Dos-Hermanas de la Restauración borbónica

Como no puede ser de otra manera, la Historia de Dos-Hermanas está plagada de personajes peculiares e incluso envueltos en la leyenda. Y uno de ellos es, sin duda, Francisco Ávila Ramos, al que el pueblo pronto bautizaría con el remoquete de ‘Perro Negro’, por ir siempre impecablemente vestido con traje, guantes y chalina de ese color. 

Había nacido nuestro personaje en 1845, en el seno de una familia sevillana sin apenas apuros económicos. Su padre era don Francisco Ávila y su madre doña Manuela Ramos. En 1876, a los 31 años de edad contrajo matrimonio en la parroquia de San Pedro de la capital hispalense con la distinguida dama Sofía Hoyos-Limón y Martín (1846-1909), hija del reputado médico Manuel Hoyos-Limón y de la granadina María de la Cabeza Martín Bedia. El matrimonio tuvo varios hijos, de los cuales tan sólo llegaron a edad adulta tres: Francisco (1882-¿?), Sofía (1885-¿?) y Manuel Ávila Hoyos-Limón (1887-¿?). Un año más tarde, en 1877, lo vemos desempeñando el cargo de comisario administrativo y mercantil de ferrocarriles en la Compañía de Ferrocarriles Andaluces (dueña, por cierto, de la estación nazarena).

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Sin embargo, tal empleo no era del gusto de Ávila y terminó abandonándolo a principios de 1885. Y gracias a las gestiones de su gran mentor y amigo, el escritor don José Lamarque de Novoa, llegó a Dos-Hermanas en ese año para hacerse cargo de la plaza de juez municipal. Es entonces cuando compró la hacienda de San Antonio (hoy tristemente desaparecida), situada en la esquina de la actual plaza del Arenal con la calle Nuestra Señora de Valme, y que antaño perteneció a la Casa de la Misericordia de Sevilla. Esa sería su residencia hasta su muerte, aunque bien es cierto que, a lo largo de los años, fue dividiendo la finca en pequeños lotes de casas (poniéndolas en arrendamiento a humildes familias), mientras él vivía en la parte “noble” de la hacienda, que contaba con oratorio propio. Por otra parte, su estancia en el juzgado nazareno fue intermitente por diversas razones que no vienen al caso. Sería juez en cuatro etapas: la primera y más larga, iría desde 1885 a 1890; la segunda abarcaría el bienio 1892-1893; la tercera sería de 1897 a 1898; y la última entre 1899 y 1903.

{xtypo_rounded4}La imagen del Gran Poder era conocida como el Señor del Perro Negro por estar en el oratorio de Ávila Ramos{/xtypo_rounded4}

1845-1907. El Perro Negro, mito y realidad

Formó parte del Partido Conservador de la villa, del que llegaría a ser su líder entre 1903 y 1907. Pero el salto a la política local llegaría en abril de 1897, cuando se hizo con la alcaldía nazarena en sustitución del también conservador Juan Rubio Cózar. Su paso por ella fue, verdaderamente, un visto y no visto, pues en junio de ese mismo año fue nombrado nuevamente juez municipal y ante la incompatibilidad de cargos, tuvo que renunciar al de alcalde. En cualquier caso, lo más destacado que hizo durante su mandato fue conseguir el título de Celestial Protectora de Dos-Hermanas para la imagen de la Virgen de Valme. A partir de entonces, fue elegido concejal en los primeros años del siglo XX, pero no ejerció cargos importantes, salvo el de regidor síndico en una ocasión (1906-1907).

Por otra parte, perteneció a la hermandad de la Soledad de Sevilla desde 1869, donde ocuparía varios cargos, entre ellos el de hermano mayor (1885-1887). Ya en nuestra ciudad, formó parte de las hermandades de Valme, Sacramental y Gran Poder. En la primera desempeñó el cargo de tesorero (1897-1899) y fue un entusiasta defensor de los proyectos que Lamarque impulsó en esta cofradía. Del mismo modo, participó en la reorganización en 1895 de la hermandad Sacramental (donde fue hermano mayor) y en la fundación de la hermandad del Gran Poder en 1899.
En cualquier caso, la hacienda de San Antonio no fue la única propiedad que tuvo Ávila Ramos en Dos-Hermanas. Entre los inmuebles que adquirió se encuentran un olivar situado cerca del camino de las Cazorlas (finca que sería posteriormente conocida como ‘Portada del Perro Negro’) y una huerta en el pago de la Carraholilla que llamó ‘Santa Sofía’, en honor a su esposa. Pero también compraba los hallazgos arqueológicos que los labriegos del pueblo encontraban en sus tierras del término nazareno, como ocurrió en 1905, cuando Ávila Ramos compró por 3.000 reales a Manuel Vaquero Navarro unas piezas romanas descubiertas por éste en el pago del Tío Navarro.

Finalmente, Francisco Ávila Ramos falleció en su domicilio de la hacienda de San Antonio a los 62 años de edad, el 16 de marzo de 1907, a consecuencia de una lesión crónica del corazón, según certificó el médico Federico Caro. Moría la persona, pero continuaba la leyenda…

{xtypo_rounded3}Nuestro particular ‘Robin Hood’
De Francisco Ávila Ramos se llegaron a contar numerosas y truculentas historias. Su carácter introvertido, serio y reservado daba pie a ello. Se decía, por ejemplo, que de resultas de un grave delito fue condenado a morir en la horca y cuando estaba siendo ejecutado se recibió la noticia de su indulto. Consiguió salvar la vida, pero le quedó para siempre una desagradable cicatriz en el cuello, razón por la cual utilizaba la chalina y una gruesa cadena de plata.
Asimismo, durante su etapa como juez municipal se le adjudicó al ‘Perro Negro’ la etiqueta de justiciero en la sombra: nuestro propio ‘Robin Hood’. De esta forma, como juez impartía Justicia siempre con arreglo a la legislación vigente, aunque ésta no fuese considerada a todas luces justa por el pueblo llano. Pero después hacía acto de presencia el ‘Perro Negro’ para impartir la “verdadera Justicia” por su cuenta. Así, por ejemplo, como juez podía sentenciar que alguien pagara una cantidad a otra persona (aunque el condenado fuera pobre y el beneficiario rico), pues la ley había que cumplirla, fuese o no justa a ojos de la gente. Sin embargo, por la noche el ‘Perro Negro’ conseguía sustraer al rico perceptor lo recibido y devolvérselo al pobre y legal infractor.
Su figura sería utilizada, además, para causar miedo entre los más pequeños y conseguir que no realizaran travesuras. Para que los niños no se adentraran en las huertas de Cantalgallo a horas inoportunas se les decía que el ‘Perro Negro’ actuaba por la zona cercana al Caminillo Real (actual calle Nuestra Señora del Carmen). En este sentido, jugaría el mismo papel que el conocido ‘Tío Camuñas’.
Y no sólo él, también sus propiedades estuvieron envueltas en la leyenda. Poseía una finca en la zona de la actual avenida de los Pirralos y, según se contaba, en ella (mucho antes de que Ávila Ramos la comprase) se ejerció la brujería y, además, estaba relacionada con ciertas ejecuciones de la Inquisición. Pero ambos puntos son difíciles de confirmar desde el punto de vista documental.{/xtypo_rounded3}

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