Presidente de cartón piedra

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Y, así, fatigado de la rueda de prensa, abrevio su locuacidad ya de por sí, austera; llamó a Pedro y, encerrándose con él en el Palacio de su residencia, se hincó de rodillas ante él, diciéndole:

–No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, hasta que vuestra cortesía me otorgue un don que en bien de la humanidad pedirle quiero: ser Presidente del Gobierno.

Pedro, que vio a sus pies a aquel político de cartón piedra y oyó semejantes razones para llevar a cabo su suicidio político, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacer ni decirle y porfiaba con él que se levantase, y jamás quiso, hasta que le hubo que decir que él le otorgaba el don que le pedía.

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–No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío –respondió Mariano- y así os digo que este don que vuestra liberalidad me habéis otorgado, será recompensado como merece, dejando que vuestro grupo parlamentario corrija ortográficamente todas la leyes que promulguemos en esta legislatura.

Pedro, que, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su interlocutor arrodillado, acabó por darse por vencido, abandonando la Secretaria general de su Partido, para enrolarse en la ONG Payasos sin Fronteras; convencido que el humor es algo infinitamente más serio que la política de baja estofa de este país…

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