Un pregón de la misericordia de un pregonero, no por casualidad, sino por providencia

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Gregorio Sillero pregonando la Semana Santa de #doshermanas #tramocofrade_lsNo es casualidad sino fruto de la providencia que el párroco Gregorio Sillero se colocara hoy domingo tras el atril del teatro municipal para pregonar la Semana Santa. Un pregonero que siendo un niño, con 12 años, recibiera como regalo un monográfico de las cofradías de una Dos Hermanas que aún no entraba en sus planes y a la que llegaría 15 años después en su primer destino como sacerdote, tras rezar el rosario todos los días en el seminario ante un cuadro de la Virgen de Valme que la hermandad regalase a Marcelo Spínola.  Como tampoco estaba en sus planes comprar el antiguo paso del misterio de la Hermandad de las Aguas para la agrupación de las Tres Caídas, cuando le rezaba en su capilla durante su infancia ante un problema de salud de su padre.

Pero no ha sido casualidad, sino fruto de la providencia o, como explicó su presentadora, Dolores Pérez Luna, de lo bien que hace Dios las cosas, que Gregorio Sillero haya sido elegido para continuar el testamento de ese monográfico que recibió de niño, “pregonando la Semana Santa nazarena que  ayer, hoy y siempre será del pueblo, por lo que este pregón no es mío, sino vuestro”. Y lo ha hecho con un pregón, de unas dos horas de duración,  que se ha salido de cánones, en lo que a formas se refiere, desde su “érase una vez un niño…” hasta el “he dicho”.

Con los sones de Madrugá, interpretada por la banda de Santa Ana, tras dar forma musical a la marcha Soleá dame la mano, Gregorio Sillero tomaba la palabra ante un abarrotado teatro municipal para hablar de un cofrade que siendo niño soñaba con ser nazareno. Lo hacía en el pregón de Semana Santa del Año de la Misericordia, a la que hizo alusión con sus cantes el Coro Polifónico Orippo, quien interpretó otras piezas más durante el pregón, en el que  Gregorio Sillero fue intercalando algunas obras de  Misericordia, como enseñar al que no sabe, visitar y cuidar a los enfermos, dar posada al peregrino, así como dar de comer al hambriento y de beber al sediento.

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Como si fuese una remembranza de las homilías que durante tantos años impartió en su parroquia de Ntra. Sra. De la Oliva, Gregorio, con una buena prosa y verso,  hizo un repaso por la Semana Santa nazarena, en la que primó en todo momento la palabra de Dios y la imagen que de la Iglesia quiere que se transmita al pueblo el Santo Padre, “la de salir al encuentro, como lo hace el Cautivo y La Esperanza, de los presos del pecado, de las personas que lo necesitan y que se encuentran faltos de amor y de esperanza”.

De la ‘Tati’ y otras alusiones nazarenas
En este paseo, Gregorio, quien aseguró que “el buey no es de donde nace, sino de donde pace”, se embutió del espíritu de la ciudad que lo acogió durante tantos años, con un pregón lleno de guiños nazarenos, tanto a personas del pueblo, los que le enseñaron a conocer esta tradición, como a elementos de la misma, entre los que destacó la ‘Tati’, la burrita del misterio de la Sagrada Entrada en Jerusalén, a la que le dedicó unas simpáticas palabras para dejar claro que las alabanzas que reciben estas imágenes durante los cortejos procesionales no son para ellas, ni para nosotros, “los aplausos y las alabanzas son siempre para Dios”.

En su pregón no pudieron faltar las advocaciones que ha albergado durante su paso por Dos Hermanas bajo su dirección espiritual, como son las de la Hermandad de la Santa Cruz y la de la agrupación de las Tres Caídas.  El Cristo de la Presentación le sirvió de guía en su narración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, recordando el Lunes Santos de 2010 cuando la lluvia impidió la vuelta de la hermandad a su barrio, haciéndolo en el Domingo de la Resurrección. Mientras que el Cristo de la ventana de la calle Real Utrera lo llevó a recordar a las Niña de San José, en Las Infantas, en las que tanto se veneran a las almas del purgatorio.

En alusión al Cristo de Pasión, al que, desde el patio de butaca le cantó una saeta Luisa Galvín Tinoco, el pregonero hizo una exaltación de la Cruz como “árbol de vida”, considerando una aberración el que “se le quite la vida a un persona que está empezando a tenerla”, en alusión a los no nacidos. Teniendo también palabras, a modo de oración del Padre Nuestro, para los refugiados sirios a los que “Europa les cierra la puerta para que se queden en una casa en la que sólo les espera la muerta”. Un grito de crítica que se convirtió en saeta con la voz de Álvaro Carrillo.

Y es que de esta forma, Gregorio Sillero fue cumpliendo con su misión como pregonero, volviendo a insistir, tras una nueva saeta de Luisa Galvín, esta vez sobre el escenario y con la guitarra de Niño Castro, de que su presencia allí no era casualidad, sino providencia, ya que “mis ojos han visto al Salvador”.

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