Las flores de la carreta fueron moradas en señal de penitencia y la Virgen fue cubierta por un velo
Desde que, hace tres años, se celebró la primera romería, ha ido en aumento el número de acompañantes, caballistas y carruajes desde Dos Hermanas hasta la ermita situada en el Cortijo de Cuarto. Sin embargo, este año de 1896, aunque ha superado en tres mil el número de personas que han acudido al santuario, ha sido ostensiblemente menor el ambiente festivo de la peregrinación.
La razón no es otra que el estallido, el pasado mes de agosto, de la guerra en Filipinas, en la que ya combaten defendiendo a la patria española hijos del pueblo de Dos Hermanas. Esta triste noticia, unida a la guerra con Cuba (iniciada en febrero de 1895) han provocado que la procesión de este año se haya convertido en una procesión de rogativas “para implorar del Señor, por intercesión de su Santísima Madre, el feliz término de las guerras que afligen a nuestra patria”.
Por este motivo, las flores de la carreta fueron esta vez blancas y moradas (para expresar el espíritu de penitencia que debe animar a los romeros), y la Virgen de Valme fue cubierta con un velo en su trayecto hasta la ermita. Las demostraciones de júbilo fueron menores que el año pasado, tanto en el camino como en la explanada junto al santuario.
Una vez allí, el párroco de Dos Hermanas, Antonio Romero Montes, argumentó en su sermón que las causas de los males que atraviesa la patria “estriban en que el pueblo se ha alejado del altar, pues durante las épocas de gran fe, España vióse rodeada de grandezas sin cuento”. Aseguró el sacerdote que “esta nación gloriosa, que está bajo el patrocinio de María Santísima, cumplirá su promesa al Apóstol Santiago, consiguiendo con el amparo de la Cruz, el triunfo de nuestras armas”.
A la llegada a Dos Hermanas se cantó una salve en la iglesia de Santa María Magdalena.