Durante toda la semana, la borrasca provocó en los nazarenos sentimientos de alarma. Pero la Señora de Valme atendió sus rogativas y a las ocho de la mañana partió de su templo, con un vientecillo suave como único recuerdo del mal tiempo. La Policía Armada, a caballo, avanzaba en primer lugar, abriendo la comitiva. Minutos después fue tomada esta magnífica fotografía desde un balcón de la calle Canónigo, con las autoridades precediendo a la Virgen a su paso por la embocadura de la calle Lamarque de Novoa, trasera del Ayuntamiento. Se observa, resaltando entre el gentío, la carreta de la Virgen de Valme, con ocho canastillas de nardos, arrastrada por un par de bueyes uncidos con frontales plateados y madroños en cataratas.
Los cohetes ensordecen el amanecer. Dejando atrás el caserío nazareno, a las diez, se produjo la primera pausa en Barranco. A las doce y diez, con Bellavista a la vista, la banda municipal de Dos Hermanas inició los compases del himno nacional. Silencio. Acto seguido, la salve mariana, el himno de Valme, y un nudo íntimo en cada corazón. Este año, por primera vez, la comitiva atravesó la barriada de Bellavista. Las deficiencias del pavimento no lo habían permitido en años anteriores. La calle de Asensio y Toledo vio pasear entre sus casas, por vez primera, la sombra de la Protectora de Dos Hermanas. A su paso por la parroquia de Bellavista, donde se ha constituido otra hermandad de Valme, fue recibida con claveles blancos. Cuatro horas permaneció la Virgen en los terrenos históricos de Cuarto. El regreso se inició a las cuatro y media, produciéndose la entrada en Dos Hermanas con la noche ya avanzada.