Marionetas con hilo de cristal

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A veces se visualiza como una simple película proyectada en la calle, en cada acera, en nuestros
edificios. Emitida en otra provincia, en nuestra comunidad y en una estadística.

Otras veces sólo proyectan ante nuestros ojos en la sobremesa de muchos hogares, donde siempre se repite la misma noticia. Una noticia que puede parecer igual a la del día, mes o año anterior. Que nombrada por la misma cadena, misma persona, se escucha como una lluvia que cae en pleno invierno o en forma de tormenta. Nos alarmamos, pero seguimos como meros espectadoras/es de una película de terror. Un terror ajeno que nos envuelve como algo lejano.

Lo cierto es que ninguna similitud guarda con las anteriores. Tiene su única semejanza en el sexo de la víctima. Mujeres desvalidas, aterrorizadas, coaccionadas y limitadas. De cualquier estatus económico, clase, cultura o profesión.

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Piden ayuda sin palabras, con silencios que hay que observa y escuchar. Nuestras voces y nuestras manos pueden ser las piernas que les ayuden a caminar. Por un sendero de obstáculos que las paralizan, sin luz, sin salida. Por un laberinto de muros que las dejan caer, que les impiden levantarse.
Un día su relación cambia, es cuestionada por cómo viste, por su andares. Por su forma de hablar, de expresarse o de intervenir en una reunión. Otro día la voz se eleva para insultarla, desvalorizarla. Van pasando los meses y estos ciclos se intensifican. Esas voces siempre están alzadas, las caricias son inexistentes y el respeto se pierde.

Se añaden los controles de llamadas, mensajes o historiales de wathsup. Empiezan los chantajes emocionales y las prohibiciones. La autoestima se pierde, la identidad de esa mujer desaparece. Aparecen manchas violáceas por sitios no visibles, las caídas sin expresión para los que la rodean. Y accidentes frecuentes que invaden su rutina.

No se ven capaces de ser las grandes mujeres que son, porque están atemorizadas y anuladas
como personas. Llueven los arrepentimientos, los mismos para ser perdonados. Al principio parecen hechos aislados que nunca volverán a repetirse. Y la sorpresa conlleva que eso mimos, arrepentimientos, duran cada vez menos y son más frecuentes los ciclos de gritos, insultos, manos levantadas, palabras de inutilidad. Son tratadas como marionetas, con hilos transparentes y de cristal, manejadas a su antojo
por temor.

19 parece sólo un número. Un número que sucede al 18. Lo real es que son 19 números de dolor, de lágrimas, de heridas, de insultos, de palabras, de autoestima, de limitación. 19 Voces de coacción, de temor, de arrepentimiento, de identidad.

Son 19 mujeres con nombres y apellidos, 19 corazones sin latido, 19 almas en la memoria, 19 respiraciones sin oxígeno, 19 batallas terminadas y 19 caminos rotos. Son 19 muertes en junio de 2015, 19 cielos sin color y 19 nubes que lloran.

Hay mujeres que consiguen salir de esta persecución que las consumía, otras no corren esa suerte. No es una película, ni una noticia, ni un número. Es un nombre y apellido que se ha perdido y que se guardará en cada latido de nuestra memoria.

No al machismo, no a la violencia y no al terrorismo hacia las mujeres.No seas espectador/a de esa proyección y actúa. Corta los hilos de cristal que sujetan a estas mujeres inocentes.

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