Creyente canto de amor a “su eterna y longeva enamorada”

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    1401José M. Zamora convirtió su pregón en una estación de penitencia marcada por la fe

    {xtypo_quote_right}“En la Semana Santa tiene que haber sitio para la fe del cofrade”{/xtypo_quote_right}

    Como si de un Martes Santo adelantado se tratase, José Manuel Zamora Ruiz vivió el pasado Domingo de Pasión el Pregón de la Semana Santa como una estación de penitencia entre las filas de su hermandad de Pasión.

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    El discurrir de la cofradía de Las Portadas sirvió de hilo conductor para un pregón que puso a un patio de butacas en pie. Mucho público y muchos momentos de aplausos, con algunos oles incluidos, para un pregón que se convirtió en un auténtico ejercicio de demostración de la verdadera fe cristiana en los cofrades.

    El mundo que rodea a la Semana Santa, su “eterna y longeva enamorada”, como la definió el pregonero, es poliédrico y José Manuel intentó reflejar en su hora y 16 minutos de disertación todas sus caras, escarbando en el que para él es su auténtico sentido: la fe. Un tiempo, el que se avecina, “de penitencia y conversión”, en el que el pregonero animó a los cofrades a “dar un paso al frente y coger la cruz de la responsabilidad y el compromiso en una sociedad falta de fe”.

    José Manuel se acordó de los que, como el apóstol Pedro, siguen negando a Dios, de los que no creen que se puede “estar maniatado de cuerpo pero libre de alma”, o de los que ocultan la cruz porque la ven como “símbolo de humillación, derrota y muerte, ignorando la salvación”. Frente a este panorama, el pregonero convirtió su pregón en un canto en defensa del derecho a la vida y de la cruz como “camino de luz hacia la salvación”, así como una muestra de apoyo a “la mujer cofrade”. Haciendo especial hincapié en la dimensión social de las hermandades nazarenas, resaltando la labor con los mayores de la Hermandad de la Santa Cruz, las donaciones de sangre, el refuerzo de las bolsas de caridad o la puesta en marcha del Centro de Orientación Familiar.

    José Manuel demostró sus dotes con la escritura, tanto con la forma como con el contendido, presentando un texto bien elaborado y con una riqueza de contenidos y valores que se llevó una ovación mayúscula al término de pregón. Un “he dicho” al que llegó el pregonero rezando un ave maría a las advocaciones marianas y un credo a los cristos nazarenos.

     

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