En (g) años y días

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(Mateo 25,1-13)Faltaban dos días para la pascua judía, y para que Jesucristo viviera, para nosotros, su propia Pascua. Estábamos en el monte de los olivos; a aquel lugar siempre íbamos, solos, a rezar y descansar de tanto oscuro interés opuesto al Reino. Jesús había tenido en ese día un enfrentamiento fuerte con fariseos y los maestros de la ley en el templo. Les había denunciado su hipocresía y falsedad. También les había anunciado que llegaría un día en el que por su vida bendecirían al Padre y que el Padre lo sería todo en todos. En la serenidad de la noche le preguntamos: “¿Cuándo vendrás con gloria y se acabará el mundo?”.

Me acuerdo todavía de las primeras palabras que dijo: “No os dejéis engañar”.
No os dejéis engañar, este mundo es sombra que pasa, y esta historia, gracias a Dios, no tiene la última palabra en nada. Tanta criatura dolorida y sin consuelo encontrará en el Padre su descanso.

No te engañes, lo que día a día amasas es tu vida. El Padre pondrá levadura de reconciliación, de paz, de plenitud y de amor. Pero no dejéis que la mezquindad eche raíces en vuestro corazón, ni que el orgullo os cierre a una fe y un amor cada vez más grande. Nadie puede ser valiente por ti; nadie puede prestarte su libertad, para que tú seas libre; nadie puede hacer que ames con su amor, ni que rías con su sonrisa. Tu vida es un libro en el que tú eres protagonista.

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Pero no te engañes; son los demás, los que te aman, los que acarician tu corazón para que puedas amar. Son los demás, los más pobres, los que te retan y te invitan cada día a ser libre por ellos. No te sientas nunca sólo, seré yo quien, en medio de tantas cosas, despierte en ti cada día una sonrisa.

 

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