Huerta de San Vicente

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En el setenta y cinco aniversario de la muerte de Federico García Lorca.

Huerta de San Vicente, en la vega de Granada, aguas y flores. Aire fresco del Veleta. Mieses, frutos. Feracidades. ¡Tanta naturaleza…! “…jazmines en el jardín… por las noches nos da a todos en casa un dolor lírico de cabeza…nada es excesivo: esto es el prodigio de Andalucía”.  

Siempre es cinco de junio de 1898 en Fuente Vaqueros. Federico sentado junto a su madre. “Mi infancia es aprender letras y músicas con mi madre”.

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Cada día unos burritos llevan cántaros desde el Avellano hasta la Huerta de San Vicente. La cocina sabe a gazpacho y huevos fritos que circulan por el pequeño torno al comedor. Estoica distinción. Olor a aceite virgen, caliente. Dos soles de gallinas libres, con chorizo o jamón y un jarrillo de málaga. Rebanadas de pan de pueblo, artesanía de hornos tempraneros. Equilibrio andaluz. Granada eterna.

En la Huerta los criados y las cocineras cantan romances y letrillas. Guitarra, piano, mirar las cosas, contemplar el campo. “El viento a través de los chopos interpreta una canción.” “Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra.” Las cosas, ¡ay, las cosas! “Mi amor por las cosas…”

Música de chicharras, gran quejído del verano. Semillas de “Canciones”, “Poemas del cante jondo”, “Romancero Gitano”, “Bodas de sangre”. ”Poeta en Nueva York”: una feria de liviandades y purezas. Lo más importante, los negros, “lo más espiritual y delicado de aquel mundo” junto al basurero gigante de Wall Street.

“El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre.” La barraca guarda indelebles las experiencias del teatro. Hacer teatro es como caminar desnudo. Cómicos, peritos del amor y el desencanto, maestros de la vida y de la muerte. Aquí, en este huequito, juego a decir misa, a construir altares. “Yerma”, “La casa de Bernarda Alba”, “Doña Rosita la soltera”: la pobre “cursilería” española al descubierto. Mariana de Pineda.

“Los peces de plata suben a tomar la luna” “La poesía es algo que anda por las calles, que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas…” ¿De dónde vienes regalando libertades sin estrenar? El poeta llora por Ignacio Sánchez Mejías.

Es mediados de julio de 1936 y en Madrid le aconsejan que no vuelva a Granada. “Sea lo que Dios quiera.” Unos días después los sublevados explican sus propuestas con bombas y fusiles.  

Siempre es madrugada del 19 de agosto de mil novecientos  treinta y seis. Federico cae en la carretera de Viznar. ¡Dios, qué horror! Que mataron al poeta. ¿Quién, quiénes, por qué?

En Huerta San Vicente quedan el gramófono, la guitarra; las criadas que cantan romances de los pueblos. La noche suspira adioses. La Virgen de los Siete puñales a la cabecera de su cama, desde su corazón un manantial de sangre por su pecho resbala e inunda el dormitorio de Federico. El poema de Alberti colgado en la pared trae libertades. El piano suena solo: Leila rechaza a los monstruos marinos que atemorizan a ´Los Buscadores de Perlas´. Leila ha perdido esta batalla.

¿Por qué son blancos los hierros de tus balcones, si esta noche todo es negro, tristeza y amargura? La hornacina de San Vicente está vacía, que el severo Vicente alucina que le llama a consulta el arcángel Rafael, “muchachito de azafrán, amigo de los que navegan por la tierra y por el mar”. Ha sido un vuelo de música y misterio. Un martinete de dolor allá a lo lejos. Martillo y yunque de herreros andaluces.

El ciprés ha perdido su vertical hechura y el níspero, de pena lastimado, se refugia a la sombra del nogal. Los geranios de colores vivos, devienen violeta. Más allá un sauce ha cubierto su verdor con velo negro y transparente hasta la tierra. Esconde su dolor. El jazmín trepa a los balcones y perfuma la estancia solitaria.

Todo son recuerdos, sentires y presencias. Nubes negras en el camino de Viznar. Miles de ojos abismados. Matan poetas, pero no pueden matar poemas. En vano se alzarán contra la música, el canto, la belleza. En la ruta de Viznar ha caido destrozado. Entre Viznar y Alfacar, el camino herido. Senderos negros, tristes. Por donde la Finca de las Colonias, Barrancos, Pozos de Viznar. Pinos Verdes. Un viejecillo cuenta a su asno la horrible amanecida. Procesiones de mirlos en alantures. Suspiran los criados, y gimen largamente, en silencio, sentados sobre el poyete de la puerta apergolada..

En otoño, “la lluvia tiene un vago secreto de ternura.” Las abejas regalan néctares y ceras. Dulzuras y recuerdos. Los surcos, terrones secos se desmoronan y dejan ver hormigueros, las obreras trabajan, la reina llora. Es la tragedia cóncava: “seno de los campos temblorosos de aromas y zumbidos.” “Esquilones de plata llevan los bueyes, mi corazón desangra como una fuente.”

Y el amor, el amor siempre, que “en el verde olivar de la colina hay una torre mora, del color de tu carne campesina que sabe a miel y aurora.”

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