¿Quién los acompaña?

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(Lucas 24,13-35) –Nosotros creíamos que podíamos hacer algo, por eso nos metimos unos en política, otros en asociaciones, otros trabajando en los sindicatos… Pero ya ves, todo se ha perdido. Aparece la corrupción en los partidos como las setas en primavera, todo lo que proponemos lo tienen que aprobar los que mandan en los dineros, y nuestros ideales de servicio al prójimo y al más pobre se ahogaron entre tanto materialismo y consumismo que sólo valora el dinero, que sólo quiere dinero, que sólo se mueve por dinero. Que quiere que nos tratemos como objetos de usar y tirar.

–Además, parece que a los obispos y a los curas sólo les interesa de las cuestiones sociales el aborto, el matrimonio homosexual y las clases de religión. ¡Cuánto echo en falta la luz del evangelio para discernir nuestro compromiso social! ¿Te acuerdas cómo nos ayudaba rezar el evangelio desde la vida, y cómo nos animaban las misas de la parroquia del barrio, tan cercana, con toda la gente sencilla pidiéndole a Dios trabajo y salud?

–Es verdad. Pero la vida es más complicada de lo que pensábamos. También nosotros hemos caído en la tentación de poner la organización por encima de la verdad, de la justicia, y hasta de las personas. Aquí nadie es puro del todo…

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–¡Qué necios y torpes hemos sido! ¿No sabíamos que el mal y la injusticia no se vencen fácilmente? ¿No sabíamos que el dinero busca corromperlo todo? Pero las familias en paro están ahí; y también los jóvenes, muchos, adocenados por la superficialidad y dormidos en la impotencia; los autónomos tienen más dificultades que antes para crear puestos de trabajo… Si negamos los errores cometidos, ¿cómo vamos a poder rectificar? (…)

 

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