La vida es el lindero en que se plantan
las zarzas que a los hombres curten, prenden,
que al zafarse y vencerlas, les sorprenden
superando al escollo y lo suplantan.
Sin miedos, se hacen libres, gritan, cantan,
y al ver que hay otras metas, las atienden,
les consagran sus sueños y no entienden
que existan imposibles y se achantan…
Yo, si es que encaro un reto y, me doblega,
si tiñe mi tesón de desaliento
y lo ahoga en los miedos más ingratos,
pienso siempre en la fuerza y en la entrega
que exhibe un parapléjico en su asiento
tratando de anudarse los zapatos.
Valga este poema como dedicatoria a la entrega por la lucha, constante y valiente, que define a muchos de los que nos rodean, nos enseñan, y nos dan ejemplo desde su condición desfavorable. Valga, por lo tanto, para Cristina Soriano.