La antesala del clímax

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1301HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE (1ª PARTE)

Y, por fin, tras casi una década desde el estreno de la primera entrega de la saga que más dinero ha dado en mucho tiempo (y casi la que más), la historia llega a su fin. O mejor dicho, al principio del fin.

{xtypo_code}Estados Unidos-Reino Unido, 2010. (144′)
Título Original Harry Potter and the Deathly Hallows (Part I)
Director: David Yates.
Producción: David Barron, David Heyman.
Guión: Steve Kloves, basado en la novela de J.K. Rowling.
Fotografía:  Eduardo Serra.
Música: Alexandre Desplat.
Montaje: Mark Day.
Intérpretes: Daniel Radcliffe, Emma Watson, Rupert Grint, Helena Bonham Carter, Bill Nighy, Richard Griffiths, Julie Walters, Bonnie Wright, Fiona Shaw, Alan Rickman, Carolyn Pickles, Ralph Fiennes, Helen McCrory, Jason Isaacs, Tom Felton, Timothy Spall, Peter Mullan, Michael Gambon, Robbie Coltrane, Brendan Gleeson, Clémence Poésy, Natalia Tena, David Twelis, John Hurt, Evanna Lynch, Rhys Ifans, Imelda Staunton, Sophie Thompson.{/xtypo_code}

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Porque para esta última entrega, los responsables del producto han decidido hacerlo en dos partes, estrenando ahora la primera (que aguantará hasta las Navidades y será una de las cintas que más recaude en esas fiestas), y dejando la segunda para el próximo verano. Esto es bueno para sus arcas, muy bueno, para qué nos vamos a engañar. Pero malo para el espectador, ya que esta Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Parte I), no es más que una larguísima antesala del espectáculo que se prevé que sea la segunda y desenlace final de la historia de niños magos.

La saga se vuelve aquí, y ya iba siendo hora, más oscura y tenebrosa, y también, y ahí está el problema, mucho más aburrida. La película comienza muy bien, con una de las más emotivas secuencias de la saga, en la que Hermione conjura un hechizo para hacerse desaparecer a sí misma de sus vidas y sus recuerdos, para protegerlos ante la guerra que se aproxima. Poco después, la primera (y casi única) escena de lucha de la película. Y después, nada más. Durante dos horas y media, apenas avanza la historia, y se podría resumir la trama en la búsqueda y destrucción de un horrocrux (sólo uno, y teniendo en cuenta que son siete, pueden imaginar lo lento que va todo), dejando el resto para la segunda parte, que se prevé, eso sí, mucho más emocionante.

Además, las reliquias nombradas en el título, no son ni siquiera nombradas hasta pasada la hora y media de metraje, siendo todo lo anterior una lenta y aburrida historia, con la tripleta protagonista en solitario, en una tienda de campaña, perdidos en un frío páramo. Los personajes secundarios de lujo, tan presentes en las entregas anteriores, aquí apenas se les ve.

El principal problema no es, pese a todo, su casi carencia de dinamismo, sobre todo porque el original de J.K. Rowling es así, más contemplativo, se recrea más en el mundo interior, en los sentimientos de los protagonistas, que ya han dejado de ser niños y ya han llegado (unos más que otros) a la madurez.  El problema es que eso es sólo una parte del libro, y aquí toda la película es igual. Esta primera parte es un remanso de paz, la tranquilidad que precede a la guerra, es la antesala del clímax que será la segunda parte. Se ha dejado toda la traca, toda la artillería (es de suponer) para la próxima entrega. Los fans de la saga lo agradecerán. Pero lo cierto es que, en el fondo, esto de dividir en dos la última entrega, más que ser una necesidad ineludible del texto, es sobre todo y fundamentalmente una estrategia comercial, una argucia para multiplicar los beneficios. Ni más ni menos. Ahí si que funciona.

 

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