El pasado día 20 de noviembre murió mi chica. Era mi gata. Blanca y guapa, con los ojos más bonitos que había visto, uno de cada color. No llego a comprender su muerte, me ha dejado muy sola en casa, nadie rellenará su hueco.
Era muy arisca pero no me importaba, yo la quería desde el primer día que la vi. De pequeña fue muy esbelta, parecía una figura de porcelana y de mayor muy guapa. En estos tristes momentos tan solo la tengo en mi móvil, le daré todos los besitos que no me dejaba darle. ¿Por qué consentí que la llevaran al veterinario? sé que estaba malita pero no para morirse tan pronto, nunca me lo perdonaré.
Estoy escribiendo y no paran mis lágrimas. ¿Qué hago ahora sin ti, mi gordi? No tengo respuesta ni consuelo, estoy muy triste. No consigo parar de llorar cuando estoy sola acordándome de ella. Y pienso cuánto dolerá la muerte de un hijo y si Dios estará disgustado conmigo por este llanto. Pero a la vez también pienso que como seres humanos, tenemos derecho a tener nuestros propios sentimientos.
Perdóname chica, por decirte ¡qué hartita me tienes!, cuando hacías alguna de las tuyas. Te echo de menos y jamás podré olvidarte.
Hace tiempo tuve otra chica que también se fue, y me dejó como tú me has dejado, sin ganas de nada. Siempre te recordaré. Tu compañera,
