Las Hijas de la Caridad se despiden de la residencia municipal después de más de 50 años de servicio

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años 90La residencia municipal estuvo ubicada en la calle Santa María Magdalena
En el mes de agosto, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl que regentan la residencia San Fernando se marcharán del edificio por decisión de sus superiores, poniendo así fin a una relación de más de 50 años con la asistencia social en nuestra ciudad. El único vestigio de la comunidad será a partir de entonces el colegio Sagrada Familia de la calle Real Utrera. 

La historia de la residencia municipal San Fernando se remonta a 1952, cuando a través de un reglamento aprobado por la corporación municipal que encabezaba el alcalde Fernando Fernández, se vertebró el funcionamiento de los servicios sociales atendidos por las hermanas de la Caridad. El entonces conocido como asilo era definido como “un establecimiento

1952
es el año en que
las Hijas de la Caridad se hicieron cargo de la residencia municipal y la maternidad.

benéfico municipal que tiene por objeto dar amparo a los ancianos e impedidos desvalidos, residentes en Dos Hermanas” que carecieran de medios económicos de subsistencia. El edificio original estaba ubicado en la calle Santa María Magdalena, que concentraba la  casa de socorro, el hospital y la maternidad. El inmueble, tal y como lo describen las hermanas, era algo laberíntico, con una distribución poco adecuada a la labor que allí desempeñaban, aunque ello no les impedía dedicarse por entero al cuidado de los que necesitaban sus atenciones.

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A medida que la ciudad y el resto del país iba modernizándose,  lo iba haciendo también el primitivo asilo y los servicios sociales. Poco a poco fueron desapareciendo la casa de socorro, asumida por la Cruz Roja, la maternidad, asumida por los complejos sanitarios de Valme y Virgen del Rocío, y el edificio, gracias a la donación de una anciana al fallecer fue remodelado para dedicarse plenamente a la atención de los ancianos.

Patio del edificioEl edificio de Huerta Palacios
La residencia siguió funcionando en Santa María Magdalena hasta que la corporación municipal decidió construir un nuevo edificio más acorde a las necesidades de una ciudad que iba creciendo. Tal y como cuentan las Hermanas de la Caridad, en 1985 llegó a sus oídos la noticia de que se habían adquirido unos terrenos para una nueva residencia, en Huerta Palacios. Las limitaciones se iban haciendo cada vez más patentes en el edificio antiguo, por lo que los ancianos anhelaban la pronta construcción y apertura de la nueva residencia. Cada vez que pasaban por los alrededores, prestaban atención al avance de las obras, desde que se arrancaron los árboles que había en el terreno hasta que empezaron a levantarse los primeros muros.

Entre las actividades que se organizaban para los ancianos estaba el desplazamiento en los meses más calurosos del verano a una residencia que la congregación tenía en Chipiona. Los ancianos disfrutaron de los veranos en la playa hata que en  el invierno de 1989 un temporal hundió la casa de la playa. Con todos los enseres empaquetados ya por aquellas fechas para trasladarse a la nueva residencia, todavía hubo que esperar algunos meses más para el traslado definitivo. Un adelanto de la instalación en el nuevo edificio llegó con la Navidad de ese año, que se celebró por todo lo alto y con la visita de los Reyes Magos. Como si de un regalo de reyes se tratara, los ancianos y las Hijas de la Caridad conocieron por primera vez las instalaciones de la nueva residencia municipal en Huerta Palacios.

El traslado definitivo llegó el 25 de marzo de 1990. “El día estaba espléndido”, recuerdan las hermanas. “Había prisa en el ambiente, cada uno quería comprobar por sí mismo si tenía un sitio seguro, si sus cosas estaban en sus armarios, si tendría un sillón cómodo como el que había dejado en la otra casa”, comentan las hermanas. El nuevo edificio requirió asimismo un aumento de personal acorde con el aumento de plazas. De las 30 plazas del edificio antiguo se pasó a 43 residentes en el nuevo.

haciendo ejercicioPoco a poco los ancianos se fueron acostumbrando a las nuevas instalaciones. En la actualidad los residentes son atendidos por las Hermanas de la Caridad junto a personal como monitoras de gimnasia que hacen todo lo posible por que su estancia en la residencia sea lo más confortable y adecuada posible.

En todos estos años la evolución de la asistencia social  ha sido considerable, aunque “se ha perdido el ambiente más íntimo y familiar que existía en un principio”, como comenta nuestra interlocutora Sor Juana, una de las hermanas con más años de experiencia en la residencia. Cuando salgan de la residencia, la mayoría, de avanzada edad, pasarán a hogares para hermanas de  la congregación, después de una vida dedicada al servicio de los demás.

Tiempo libre y otras labores
Los ancianos reciben una atención continuada a lo largo de todo el año en la que no faltan los ejercicios físicos comandados por una monitora, las salidas en verano a Marbella o Cádiz. También visitan la feria y las fiestas locales. La intención de las Hermanas de la Caridad es que la residencia haya sido viva y activa, llena de alegría a lo largo de toda su labor.

Además de la residencia municipal, a lo largo de su estancia en Dos Hermanas, las Hijas de la Caridad recuerdan la ayuda que prestaron durante largo tiempo a los niños de etnia gitana en zonas desfavorecidas como Cerro Blanco.

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