¿Por qué fracasan el 95% de los matrimonios?

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La solución: el matrimonio consciente

El 50% de los matrimonios termina en divorcio. Más del 60% de las segundas nupcias termina en divorcio. Pero la realidad es que el 95% de los matrimonios fracasa en conseguir aquello que todos esperamos: encontrar el verdadero amor. Una tasa tan alta se debe a una falta de conocimiento que tenemos todos al entrar en la relación más importante de nuestra vida. No se trata de saber si nos casamos con la persona adecuada, sino más bien de saber el verdadero propósito de la pareja y el matrimonio, así como la comprensión de dónde nos estamos metiendo.
 

El derrumbe (estrepitoso fracaso) del matrimonio en forma de divorcio no se debe tanto a las parejas que están en una relación como lo es el hecho de que el derrumbe (fallecimiento) supone una forma de matrimonio que ya no sirve por más tiempo a su finalidad. Imago está ayudando a las parejas a conseguir la relación de sus sueños en las que aman y son correspondidas.
Harville Hendrix.

 

 

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La finalidad del matrimonio es completar la infancia, ayudarnos a desarrollarnos en seres humanos satisfechos y dichosos. Tu pareja es el eslabón para poder completar tu infancia.
Cuando nacemos venimos al mundo con una serie de necesidades por satisfacer. Nuestros padres, a pesar de sus mejores intenciones, unas veces porque no saben, otras porque ni saben ni pueden, o por muchas otras circunstancias, no consiguen satisfacer las necesidades básicas de un niño. Especialmente la satisfacción de las necesidades emocionales.

No satisfacer estas necesidades básicas produce un sufrimiento en el menor que tiene que reprimir para poder sobrevivir. Muchas veces la situación empeora al no poder expresar su dolor. La represión de esta insatisfacción pude repetirse varias veces y sus efectos ir más allá de la infancia. Tiene consecuencias posteriores en todas las áreas de una persona: trabajo, familia, relaciones amorosas y su estado de salud física y mental. Estos sucesos no resueltos de la infancia producen normalmente depresión y ansiedad.

Venimos al mundo con una capacidad para amarnos a nosotros mismos y a los demás. Esta capacidad de amar la perdemos porque nos han herido profundamente y ello nos impide amar a nuestra pareja. Realmente perdemos u ocultamos parte de nosotros mismos. Por otra parte, recogemos tanto los rasgos positivos como los negativos de nuestros padres.

Finalizamos nuestros años infantiles y juveniles con heridas profundas en las que hemos perdido partes de nuestro yo y hemos sustituido rasgos de nuestra verdadera personalidad para poder sobrevivir. Hemos desarrollado mecanismos de defensa. Pero nuestra mente inconsciente suspira por curar esas heridas y volver a nuestro verdadero ser, y poder así completar nuestro yo verdadero.

Entramos en la etapa adulta sin haber completado la de la niñez, sin haber madurado. Nuestra mente inconsciente necesita que las heridas de la infancia se curen, pero por el mismo tipo de persona que causó las heridas. Buscamos una pareja que tenga los mismos rasgos positivos y negativos de nuestros padres, los mismos rasgos que perdimos y enterramos en la infancia. ¿Nos suena familiar que “los opuestos se atraigan”? Cuando encontramos a nuestra pareja, las chispas vuelan. Nuestra mente inconsciente se alegra ante la posibilidad de celebrar la curación de nuestras heridas y tener a alguien en nuestras vidas que nos pueda completar. No es una elección consciente, aunque nuestra mente consciente piense que tiene el control. Esta primera fase, llamada la del amor romántico, dura hasta que llegue la necesidad de un compromiso. Cuando finalice la fase del amor romántico- y realmente se sabe que finaliza- la curación y el crecimiento pueden empezar. Pero esta fase de curación y crecimiento se detiene porque no la entendemos y no permitimos que la relación se convierta en una relación consciente. Nuestra mente inconsciente sigue teniendo puesto el piloto automático tras la fase romántica… y los problemas empiezan.

Durante la fase romántica, cuando estamos llenos de amor (literalmente llenos de productos químicos naturales que mantienen la llama del amor ardiendo), estamos centrados en las necesidades de nuestra querida pareja. Cuando esta fase se acaba, nuestro foco de atención gira hacia nuestras propias necesidades, entonces damos por hecho que nuestra pareja sabe cuales son nuestras necesidades. Cuando estas necesidades no son satisfechas, pensamos que nuestra pareja nos está negando su amor y nos comportamos como lo hacíamos cuando éramos niños: cogemos rabietas. No les decimos conscientemente a nuestras parejas qué es lo que nos falta, simplemente las tratamos mal por su falta de amor. La reacción de nuestra pareja consiste en retirar aún más su cariño y comienza la cuesta abajo. Sin la intervención consciente, la mente inconsciente maneja esta conducta infantil. Empieza la fase de la lucha por el poder. Los dos compañeros acaban buscando fuera lo que no encuentran dentro: la satisfacción de sus necesidades. Esto se traduce en poner más énfasis en el trabajo, en las actividades fuera del hogar, los niños, la tele, aficiones, los libros y finamente incluso asuntos amorosos. Algunas parejas se divorcian. Otras deciden seguir juntos, a pasar del estado deplorable de su relación. Sólo un 5% busca una salida de esta lucha buscando saber cómo solucionar el problema y haciendo un esfuerzo consciente en cómo reconstruir la relación.

Existe esperanza
Hay una solución. Hay una manera para cada uno de vosotros de encontrar esa relación amorosa que asegure la satisfacción de vuestras necesidades. Podéis tener una relación que os ayude a crecer y a desarrollaros como seres humanos alegres, satisfechos y autorrealizados. Esta solución se llama el matrimonio consciente.
 

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