Vivimos una época en que es frecuente oír protestas y reivindicaciones que requieren soluciones y alternativas de urgencia. Muchos de los problemas se refieren a personas que no pueden defenderse adecuadamente.
Son temas que exigen la participación de todos. Las víctimas, actuales o posibles necesitan sentirse acogidas por la familia, el barrio, el ayuntamiento de vecinos, la policía, los jueces.
Una de esas inquietudes permanentes de nuestra sociedad es el maltrato a la mujer. Este drama no es sólo de ahora, pero, por más antiguo que sea, es ya llegada la hora de resolver y no se puede dejar a medio solucionar por más tiempo. En lo que llevamos de año han sido asesinadas cuatro mujeres por cada tres semanas.
La muerte violenta de la mujer es lo más llamativo y drástico. Muchas veces atrás queda un martirio de convivencia, de miedos y amenazas, de humillaciones e incomprensiones. Es urgente y necesario ayudar a la mujer desde que es niña e informarle de que el hombre, tal vez, puede convertirse en un lobo.
Es de justicia que, de una vez por todas, la mujer no sea minusvalorada en la educación y la cultura. Poner a su alcance todos los medios necesarios para el desarrollo total de su persona. Educar a la mujer en el cuidado de su libertad. Educarla físicamente para que se sienta plena y sea capaz de defenderse de posibles agresiones. Educar a la mujer en los valores de su propia intimidad y respeto debido, para que no se entregue a lo que puede terminar siendo un uso y abuso de sus calidades y sentimientos. No hacer distinciones en el trabajo con la mujer por razón de sexo. Educarla en la importancia de la independencia económica respecto del marido. Entregarle directamente la parte familiar del salario de su compañero, especialmente si es trabajadora y educadora en el hogar. Educar a la mujer en el sentido de que la unión con vínculo religioso es sólo para los creyentes. Educar a la mujer sobre la inestabilidad de las parejas sin vínculo sea religioso o civil. Informar a la mujer de los pros y contras de los métodos anticonceptivos que ella administra a su propio cuerpo.
Hay mujeres pusilánimes que llegan al matrimonio con dudas serias que nadie conoce y se sienten en circunstancias humanamente invencibles y sin la libertad necesaria para contraer matrimonio. Ellas deben saber que existe la posibilidad de dejar una declaración ante notario de su situación bajo secreto profesional, porque, después, llegado el caso, las cosas les serán más fáciles. Informar a la mujer de que no se puede tener hijos, o más hijos, si no hay una situación duradera de amor, de cariño, de respeto mutuo, de intimidad compartida.
Conveniente es informarla que al primer síntoma de violencia que lastime seriamente el vínculo debe comunicarlo con discreción a un abogado para que haga y aconseje las prevenciones necesarias al caso. Educar a la mujer en la importancia de no tener relaciones sexuales completas mientras no se haya materializado en compromiso serio el amor de la pareja. Educarla en el sentido de que se tome el tiempo suficiente para analizar las cualidades, aptitudes y actitudes de su posible compañero.
Es lamentable pero real la situación de muchas parejas. Las causas son múltiples. Muy de prisa se enciende la pasión y el acercamiento. Pero la mujer discreta pone a buen recaudo sus valores y se cuida mucho de no caer en manos de los maltratadores.
Ésta es una comunicación de puntos de vista con la mujer como sujeto agredida por el varón agresor. También hay mujeres agresoras y son un capítulo poco estudiado e interesante. Otro día, tal vez, nos ocuparemos de reflexionar sobre el varón como agredido.Por su parte, los agresores o agresoras son sujetos de estudio de sociólogos, psicólogos y psiquiatras; tantas veces agresores, ellos o ellas, han sido víctimas de drogas, de incontinencias, de perversiones o, tal vez de celos y soledades, y quieren exigir y dominar para recibir amor, pero éste sólo se recibe gratuitamente y en condiciones de igualdad y respeto. Todo lo demás es pura basura.
