El desayuno

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Desayuno leche fresquita con cereales, pero claro, siempre que no tengo que salir por la mañana de mandados. Como dicen algunas personas, ¡que pechá de mandaditos! Creo que sólo estamos para éstos trámites: mandados, papeles y colas. Cola en el ambulatorio, Correos, la gasolinera, el banco, en el cine y teatro, en el ayuntamiento, en Huerta Palacio, en los hospitales, para los trenes, el avión y los autobuses… Hasta en el tanatorio para que te chamusquen. 

¿Y qué me dicen de la dieta mediterránea? Esta dieta tan popular como necesaria y que tan cara nos va costando. La vida sube como la espuma, y a veces se te quitan las ganas de salir a la calle, porque sabes que los cincuenta euros cuando vuelves a casa no los conoce ni la madre que los parió.

Así que cuando vas a comer te lo piensas varias veces, aunque nunca tendríamos que pensarlo porque nuestra salud está en juego. Pero dicen que todo va estupendo en España, que nos suben las pensiones, pero llega la hora de comprar los huevos, la leche, el pan y todo lo necesario para esa dieta mediterránea y se te caen los palos del sombrajo, no hay bastante para tanto.

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¿Os habéis parado a pensar cuántos menesteres e ingredientes nos hacen falta para tomar una simple tostadita y un descafeinado? El pan, la leche, el azúcar o la sacarina, un cuchillo para cortar, otro para untar, la cucharilla, el tostador o el grill, el café o el colacao, la mantequilla y mermelada… ¡Qué barbaridad!, ¿pues no que estoy cansada? Y qué decir si además nos gusta con aceite y azúcar, o con ajo, aceite y sal.

Y cuando lo tienes todo preparado a punto de meterle el diente, suena el teléfono. Por Dios ¡qué fatalidad!, cuando vuelves al tajo te la encuentras tiesa y más dura que la pata de Perico.

Veo tan injusto como trabajoso, tantos precintos, tanto trabajar para tan poco comer. Siempre tenemos que tener a mano un cuchillo, unas tijeras, un abridor, una fuerza bruta para cualquier cosa que tenemos que preparar. Es todo tan tremendamente complicado, trabajoso y rabiosamente desesperante, que me hace pensar si solo me pasa a mí, o estamos todos iguales en este mundo de tantos adelantos y con tantos atrasos a la vez.

Es todo tan injusto, nadie está contento. Los jóvenes que no han podio salir de sus casas y ya tienen casi 40 años tampoco tienen derecho a los pisos de protección oficial, ¿en qué país vivimos? Se ve que esto ha cogido la carrerilla del señorito y los pobres no podremos vivir en él.

Sólo pido que todos estos temas de los que he tratado hoy, que son de nuestra vida diaria, se nos hagan más llevaderos.

Por otra parte, en la carta que escribí  el día 17 de septiembre, en la que comentaba un dicho de mi madre que decía cuando ocurría una desgracia: "Tenemos que pedir a Dios que venga sola". Hubo un error al transcribir mi escrito y se coló un "no" que decía lo contrario.

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