Abiertos a la resurrección

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Juan 21, 1-14

 “Siete discípulos, uno de los cuales era Pedro, habían vuelto a Galilea, el lugar de la primera llamada, el lugar de la proclamación del reino y las bienaventuranzas. Ya sabían que Jesús había resucitado, y Pedro tiene la intuición de continuar con la misión que les había confiado: ser pescadores de hombres. Los otros seis comparten con él ese proyecto, esa misión y se ponen manos a la obra. Por mucho que intentaban cumplir lo que Jesús le había marcado no conseguían nada.

 

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Parecía que todos sus esfuerzos eran en vano. Habían llegado a su fin sus ilusiones y sus esfuerzos. Alboreaba después de una noche de fatigas.

Sumidos en su frustración Alguien les habla con cariño, les pregunta por su vida, los anima a seguir trabajando. Rezan –porque era Cristo aquella persona—sin saber que lo hacían. Es entonces cuando su labor tiene éxito y cuando descubren, de nuevo, que Cristo está vivo, y que está presente en su trabajo y su misión.

También nosotros podemos recuperar la ilusión de los comienzos; también podemos acordar, sin protagonismos, qué tarea es la que Jesús nos está pidiendo; también nosotros podemos trabajar aunque no veamos muchos frutos; también a nosotros, cuando desesperemos de nosotros mismos y de nuestras fuerzas, Alguien, aunque no lo reconozcamos, nos mostrará con cariño que nuestro esfuerzo merece la pena. Nos ofrecerá el calor de la lumbre y su propia vida de alimento.

 

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