El sonido inconfundible
de la venta y el bullicio,
la habilidad y el oficio
del charlatán, las ofertas,
curiosidades e inventos,
tienen su punto de encuentro
en una feria de muestras.
Además, como le pasa
a la feria del color,
de la peina y de la flor,
del calor y el farolillo,
nos lanzamos de cabeza
a beber una cerveza
con tapa en un rinconcillo.
Sin embargo, no es que fuese
el último grito en ferias…
la feria –que sí fue seria–
dejaba, tras la visita,
la incómoda sensación
de que tras la expectación
queda una feria “cortita”.
Si debiera darle nota,
aprobaba muy raspado;
ya que al menos, los que fueron,
sí estuvieron a la altura
del toque y la compostura
que distingue a un vendedor.
Todo puede mejorarse,
cada examen aprobarse
con matrícula de honor,
y espero –notas aparte–
que subamos del notable
en la feria del stock…