Ser Juez, aparte de una vocación, es una inquietud innata o adquirida de una realización en orden a establecer un equilibrio en las relaciones ciudadanas tanto social, económica, familiar o empresarial. Que muchos de los que viven el mundo del Derecho lo hayan pretendido y pocos lo hayan conseguido, porque pienso que el impartir justicia es un privilegio que naturalmente debe de quedar condicionado a una acabada preparación, estudio y, por supuesto, experiencia y entrega en cuanto a la aplicación del Derecho en consonancia con el caso o supuesto a enjuiciar que se comparte, que duda cabe, con la forma de ser de cada uno.
Estos tres factores: ley, justicia y realidad social, que deben de prevalecer en toda actuación judicial, han sido la norma profesional y personal y que siempre ha hecho gala nuestro querido juez, porque aún cuando su nombre de pila era Don José Jurado Saldaña así, de siempre, y desde los albores del año 1960, se le ha conocido en Dos Hermanas.
Vino a Dos Hermanas como Juez Comarcal, posteriormente de Distrito, desde Galicia de cuya demarcación judicial contaba anécdotas interesantísimas en su forma peculiar de expresarse, y de momento se adueñó del respeto, como Juez, y del cariño, como persona, de todos los que integrábamos esta comunidad. El celebrar juicio con él siempre fue, daba igual el resultado de la resolución judicial, una gozada, para el profesional, y un saber soportar la carga de la justicia, para el justiciable.
Sus experiencias y anecdotarios serían interminables, su trato personal exquisito, sus temas de conversación inagotables, creo sinceramente, que estas cualidades, tuvo la virtud de transmitírselas a toda su numerosa familia y descendientes.
Naturalmente, su sitio en el otro mundo está claro.
Muchas gracias, Don José, por haber tenido la dicha de conocerle y de lo mucho que me enseñó.
