Andaluces para el mundo

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Hace tiempo que conoce el sabor de la ambrosía, ese manjar de dioses que se gana cada día con su arte puro de oliva virgen. Él sabe muy bien cómo se puede  llegar al corazón del público dignificando el mito deformado: esa bella historia de amor y muerte que interpretaron los viajeros románticos en la exótica Sevilla de la primera mitad del siglo XIX. La Carmen que ha rescatado Távora del tópico que creó Merimé, y luego escenificó Bizet, era una mujer trabajadora, valiente y solidaria que amaba la libertad por encima de todo y lo pagó con la vida.  Pero su heroica verdad quedó en la memoria de sus compañeras cigarreras para contarla y transmitirla a las futuras  generaciones.
Távora Triano lleva casi medio siglo con la copla… pero nunca nos ha dado “el cante”. Lo suyo es un quejío que sale de las raíces más  hondas  del ser andaluz y va por la escena del mundo rompiendo falsos estereotipos a fuerza de arte, estudio y trabajo.
Este niño torero, biznieto de otra cigarrera Carmen, ya tiene premios y honores suficientes para romper ese otro tópico que asegura que nadie es profeta en su tierra. El chaval del Cerro, que a los catorce años entró de soldador en Hytasa, es ya todo un gigante para la historia del teatro.  
Recuerdo su espectáculo ‘Alhucema’. Fue un cuadro épico de Andalucía a través de las diferentes culturas que nos dejaron su huella. Aquella obra me causó una honda impresión por lo espectacular del montaje, por la fuerza dramática de los actores, por la irrupción en escena de dos soberbios corceles blancos y por las voces unidas de la coral de Valverde que cantaba tan bonito este poema:

Una paloma blanca
En un almendro
Tiene las alas rotas
Y abierto el pecho.
Y el pecho abierto, mare.
Abierto el pecho…

Las alas rotas las tiene un pueblo cuando carece de  ideales por los que trabajar, luchar y vivir. Las alas rotas las lleva cosidas a la espalda el sueño de la ignorancia, que es la peor enemiga de la libertad. Tiene rotas las alas  el que no lee, el que se acomoda en su status, el que se traga la telebasura y no se inmuta por nada, el que se conforma y se aborrega y no arrima el hombro para remar a contracorriente soñando un mundo mejor.
Andalucía necesita a muchos hijos inquietos y apasionados como este Salvador que no le hace falta romper el capote ni la castañuela para mostrar al mundo las claves culturales, artísticas y filosóficas  de esta tierra milenaria que ahora dicen que se llama esa cosa tan bonita de Realidad Nacional.

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