En agosto de 1704 llegó a Gibraltar una escuadra anglo-neerlandesa al mando del príncipe de Hesse-Darmstadt y del almirante Rooke, quienes exigieron al gobernador de la plaza gibraltareña, Diego de Salinas, su entrega incondicional al rey «Carlos III» (el archiduque austríaco, pretendiente al trono español frente a Felipe V, que luego sería emperador con el nombre de Carlos VI). Pero Salinas se mostró fiel al primer Borbón y tres días después comenzó el asedio de la plaza de Gibraltar, que se encontraba mal defendida. Tanto es así, que las autoridades terminaron capitulando y entregando Gibraltar. Buena parte de su población abandonó la plaza y se estableció en el cercano cerro de San Roque, fundando en 1706 la actual localidad de San Roque.
Poco después, en octubre de 1704, comenzó el que sería el primer asedio de Gibraltar por parte de las tropas de Felipe V, con el intento de recuperar la plaza. Formaban parte del citado ejército soldados de Andalucía, Extremadura y de Francia. Los soldados españoles estaban al mando del marqués de Villadarias, capitán general de Andalucía, mientras que los galos estaban bajo las órdenes del conde de Tessé.
Pero el asedio duró más de lo esperado. A principios de 1705, se envió un destacamento para reforzar las tropas acampadas ante Gibraltar. Dicho destacamento pasó por Dos-Hermanas en la segunda mitad del mes de enero. De ese paso sólo hemos encontrado algunas referencias en uno de los libros de enterramientos de la parroquia de Santa María Magdalena. De esta manera, sabemos que el 15 de enero de 1705, se enterró en la parroquia nazarena a un soldado, del que no se sabía su nombre, «que se murió en casa de Juan de Rivas, que vino malo en la marcha que pasó a Gibraltar». En este punto debemos recordar la obligación y deber que los vecinos de la villa tenían de alojar soldados en sus casas, y más si se encontraban enfermos. Ante esto no había excusa alguna. El paso de soldados por la villa causaba numerosas molestias y agravios.

Pero lo más grave ocurrió días más tarde. El 24 de enero se enterró a un joven llamado Esteban que «estaba en seruiçio de Francisco Moreno, que murió de una estocada que le dio un soldado de los que pasaron francés». No sabemos la edad que tenía, pero a juzgar de su apelativo «mozo», no debía sobrepasar los 18 años. Tampoco sabemos qué hizo este nazareno para recibir la estocada que resultó fatal, pues no existen más datos al respecto. En cualquier caso, nada justificaría tal acción perpetrada por el «anónimo» soldado galo.
Esa tropa que pasó por Dos-Hermanas llegó a las puertas de Gibraltar el 8 de febrero de 1705. Y en los meses siguientes continuó el tránsito de soldados por nuestra ciudad. Lo único destacable que nos ha llegado es el entierro, el 30 de abril de aquel año de otro joven, llamado Serafín «que estaba en seruiçio del Maese de Canpo, que se ahogó en el río de Guadalquivir».
Asimismo, Dos-Hermanas también aportó hombres a aquel asedio, formando una compañía al mando del capitán don Juan de Medina. Compañía que estaba encuadrada en el regimiento de Utrera y su partido, a la cabeza del cual se encontraba el coronel don Pedro Manuel de Pedrosa y Casaus, II marqués de Dos-Hermanas, y uno de los más destacados militares sevillanos que participaron en la Guerra de Sucesión española a favor de Felipe V.
En aquella compañía nazarena jugaría un papel importante el alférez Juan Ximénez Albarrán, que moriría en el propio asedio de Gibraltar. Gracias al poder que otorgó su viuda doña Catalina de Rivas a favor de don Francisco López Rubio, natural de Dos-Hermanas y alférez de la compañía de Lebrija (que formaba también parte del ya mencionado regimiento de Utrera), sabemos cual fue la participación del alférez Ximénez Albarrán en el sitio de Gibraltar. Según declaró doña Catalina, su marido fue sargento y alférez en la compañía de Dos-Hermanas desde 1685, «asistiendo a todas las funciones, marchas y campañas como fueron al socorro del Puerto, Puntal y Matagorda (es el ataque angloholandés de 1702), y en la de Portugal (se refiere a las acciones de 1703, enmarcada en la Guerra de Sucesión) y del sitio del Campo de Jibraltar, donde murió en la destrucción del molino de viento que se boló». Ahí tenemos el episodio que acabó con la vida del alférez. En octubre de 1704, el ejército español se centró en despejar la zona del istmo gibraltareño, por lo que procedió a la destrucción de un viejo molino para poder construir las primeras líneas de ataque. En la voladura del molino falleció el alférez nazareno, dejando viuda y seis hijos «de hedad el mayor de catorze a quinze años y el menor de dos meses», sumidos todos en la pobreza. Esa fue la razón por la que doña Catalina de Rivas dio poder al alférez lebrijano: solicitar al ya mencionado marqués de Villadarias el pago de lo que se le adeudaba a su marido en concepto de salario y además, una ayuda económica para poder sustentar a sus hijos.
No sabemos en qué quedó este asunto de la ayuda económica. Lo que sí es conocido es que el asedio concluyó en mayo de 1705, sin conseguir tomar la plaza gibraltareña.